lunes, 28 de mayo de 2012

Panamá (6): La histórica bahía de Portobelo


Si hay un lugar que respira historia en Panamá, éste es sin duda Portobelo. Aunque ahora se muestre como una apacible bahía, con unas pocas casas al pie del monte y a orillas del mar, las ruinas de varias fortalezas delatan la importancia estratégica que tuvo en el pasado... y los numerosos saqueos que sufrió.


 Colón desembarcó aquí en su cuarto viaje a las Américas, en 1502, y entre los siglos XVI y XVIII Portobelo se convirtió en un importante enclave comercial. El oro procedente de Perú llegaba a las costas de Panamá por el Pacífico, y una vez allí se cargaba en mulas para trasladarlo, por el llamado camino de las Cruces y por el río Chagres, al otro lado del istmo, hasta Portobelo, a un centenar de kilómetros que hoy pueden salvarse sin problemas gracias al canal de Panamá, o gracias a un tren centenario. Una vez en Portobelo, se embarcaba en galeras que lo transportaban a España.


            Tanto oro acabó por despertar la codicia de los piratas británicos. Francis Drake murió de malaria en Portobelo cuando intentaba saquear la ciudad, en 1592, y hoy lo recuerda la isla del Drague, frente a la bahía. William Parker la sorprendió en 1608, pero el más famoso de los ataques es el de Henry Morgan, que la saqueó en 1688 a lo largo de catorce días. Cuando en 1739 el almirante Edward Vernon capturó Portobelo, la hazaña se celebró por todo lo alto en Inglaterra, hasta el extremo que este episodio daría nombre a una de las calles más célebres de Londres, Portobelo Road.


            Hoy, sin embargo, perdida desde hace años su importancia comercial y estratégica, Portobelo aparece como una bahía tranquila, aunque cargada de historia, eso sí, con edificio históricos como el de la Aduana, la iglesia de San Felipe, las ruinas de las fortalezas y decenas de cañones oxidados que apuntan hacia la boca de una bahía por la que ya sólo navegan veleros en son de paz.


Una vegetación exuberante envuelve hoy a Portobelo, como si quisiera protegerla de la tentación del saqueo. Al otro lado de la bahía, en medio del bosque, un hotel llamado precisamente El Otro Lado, al que sólo puede llegarse por mar, ofrece un reposo de lujo para los viajeros que llegan aquí con la memoria repleta de episodios violentos larvados en el horror de los interminables saqueos.

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