martes, 26 de marzo de 2013

La vuelta al mundo de Agatha Christie

Dar la vuelta al mundo se ha puesto de moda. Lo de viajar a un país lejano, por muy exótico que sea, ya no se lleva. O das la vuelta al mundo unas cuantas veces o eres un pringao. Son las cosas del mundo moderno, donde todo parece impulsarte a viajes cada vez más largos y lejanos. Estoy seguro que esta Semana Santa más de uno se plantea dar la vuelta al mundo. "Sumando los días de libranza acumulandos, y teniendo en cuenta que lo de los 80 días está sobrevalorado, podría ser que..." Es probable que los números salgan (otra cosa es que te enteres de algo), pero yo prefiero quedarme en casa leyendo. En esos días hay demasiada gente dando la vuelta al mundo... Cojo un libro al azar, la autobiografía de Agatha Christie, una autora que dio la vuelta al mundo en los años veinte del siglo XX, y leo: "Dar la vuelta al mundo ha sido una de las cosas más emocionantes que me han sucedido". Unos años después, sin embargo, añadía: "Ahora resulta difícil comprender esta sensación. Los cruceros y los viajes al extranjero son, hoy día, algo rutinario. Se organizan a precios increíblemente baratos y casi todo el mundo puede realizarlos”.
Si ella, la Reina del misterio, lo veía así hace muuuchos años, ¿qué será ahora la vuelta al mundo? Y ahí va otra reflexión de doña Agatha escrita durante su viaje alrededor del globo: "La vida es realmente como un barco, esto es, como el interior de un barco. Tiene compartimentos estancos. Sales de uno, cierras y te encuentras en otro. Mi vida, desde el día que zarpamos de Southampton hasta el que regresamos a Inglaterra, fue uno de esos compartimientos. Desde entonces siempre he sentido lo mismo sobre los viajes. Sales de una vida y te metes en otra. Eres tú misma, pero a la vez diferente. La vida corriente está presa en el entramado de cientos de telarañas y filamentos que te encierran en la vida doméstica de todos los días (…). La vida viajera, en cambio, tiene la esencia de un sueño”.
Pues tiene razón la gran Agatha: los viajes son más o menos así... siempre que no te empeñes en dar varias vueltas al mundo para demostrar que eres más viajado que nadie.



domingo, 24 de marzo de 2013

El sake omnipresente

Beber sake caliente es algo que sucede a menudo en Tokio. Y tengo que decir de entrada que el sake no sólo entra bien, si no que le aporta un punto exótico al ritual del beber. Los japoneses suelen beber sake mientras comen, pero yo prefiero beberlo al final, a la europea. Me gusta el sake, sí, sobre todo cuando lo bebo en Japón. En casa el entorno no ayuda. Me gusta también ver como el sake está presente en los monasterios y en los santuarios.
En el santuario Meiji, por ejemplo, en el corazón de Tokio, te encuentras con barriles amontonados de sake que proceden de las donaciones de los fieles. El sake es, en este sentido, también una bebida ritual, muy adecuada para las ceremonias y los festivales que hay a menudo en los santuarios. En Meiji puedes ver los barriles y, unos metros más adelante, un sacerdote sintoísta meditando. Es la conciliación del ritual.
Los elaboradores de sake, bebida alcóholica hecha a base de arroz fermentado, suelen enviar barriles a los santuarios como prueba de devoción. Esto se nota en Meiji, donde los montones de barriles (vacíos, por cierto, para evitar tentaciones) muestran que muchos de los 1.800 fabricantes de sake que hay en Japón tienen en cuenta al santuario.

domingo, 17 de marzo de 2013

La tradición siempre asoma en Japón

Una de las cosas que más me gusta de Japón es cómo siempre se las arregla la tradición para sacar la cabeza. Incluso en Tokio, una ciudad cosmopolita y avanzada que parece que tenga prisa por llegar al siglo XXII, la tradición está allí. Salgo de los barrios de Omotesando, Harajuku y Shibuya, deslumbrado por los grandes neones, las tiendas hipermodernas y una juventud que parece aspirar a vivir en el futuro, y me doy de bruces con el agradable santuario de Meiji. Allí, en un bello entorno boscoso de 700.000 metros cuadrados, el azar me regala poder ver el cortejo de una boda en el templo sintoísta.
La ceremonia es sencilla, pero atractiva. La dignidad de los sacerdotes sintoístas al frente, la sombrilla roja que protege del sol a la novia vestida de blanco, los kimonos de suaves colores de las invitadas más jóvenes. Todo discurre como si estuviéramos en el pasado, como una película antigua que irrumpe de lleno en el territorio de la modernidad. Podría ser una rara excepción, pero no, son cosas que pasan en el día a día de Tokio. Unas horas después, en el templo de Nezu, al otro lado de la ciudad, asisto a un bautismo sintoísta.
La mujer vestida con el kimono tradicional, la sonrisa desbocada del padre, la alegría de los niños... Todo parece fundirse con ese Japón de la modernidad que acecha en cada esquina. Todo nos habla de un Japón en el que, a pesar del acelerado paso del tiempo, la tradición sigue siendo un valor en alza.


lunes, 11 de marzo de 2013

Izakayas, las tabernas japonesas



Me fascinan las tabernas japonesas, esos locales sin demasiado glamur que pueden encontrarse, por ejemplo, bajo los arcos del metro elevado de la estación de Yurakucho. Se les suele llamar izakayas, el lugar donde se bebe sake, o akachochin (linterna roja, que es lo que lucen en la puerta) y suelen acoger al caer la tarde a numerosos empleados de las grandes compañías que tienen su sede en el centro.
En las izakayas se bebe sake caliente, por supuesto, y cerveza fresca, pero también se pueden comer algunos platillos sencillos pero sabrosos, y a un buen precio. Teriyaki, sushi, sashimi, etc. Pero el plato fuerte es poder asistir a uno de los grandes rituales del Japón de hoy, el de los empleados de traje oscuro y corbata que acuden a beber a la salida del trabajo. En la barra de la taberna ves a solitarios de aire preocupado, parejas que discuten y grupos que buscan compañía y el sabor del sake caliente.
Según me cuenta una amiga japonesa, los temas de conversación suelen centrarse en los problemas en el trabajo o en las críticas a la esposa que espera pacientemente en casa. Nada nuevo. Hasta hace poco sólo se veían hombres en estos locales, pero cada vez más acuden también las empleadas que se codean con los funcionarios de corbata. También en esto está cambiando Japón.


viernes, 8 de marzo de 2013

Los platos falsos de Kappabashi

Los platos falsos que se muestran a la entrada de los restaurantes son la mejor prueba de que el comer entra antes que nada por los ojos, sobre todo en Japón. Son platos hechos tiempo atrás con cera, y en los últimos años con silicona. Están tan bien hechos que a veces llegan incluso a superar el original, y hasta te dan ganas de comerlos allí mismo. Fideos, arroz, huevos, pescado, carne, sushi, sashimi, tempura... Todo se reproduce con una fidelidad digna de premio que hace que ya sepas lo que quieres antes de entrar en el restaurante.
Para saber más sobre estos platos falsos, y sobre todo lo que puede haber en un restaurante japonés, merece la pena acercarse a la calle Kappabashi, cerca del barrio tradicional de Asakusa. Allí se encuentran las tiendas de cuchillos, de vajilla, de decoración, de platos falsos... Todo lo que usted quería saber sobre los restaurantes de Tokio está allí, pregonado por este edificio coronado con la gran figura de un chef.
En algunas de las tiendas de Kappabashi puedes jugar incluso a crear platos falsos. Te proporcionan cera líquida de varios colores, a 60 grados de temperatura, y puedes hacer unos cuantos platos falsos que destacan por su veracidad. Es sólo un juego, pero te lo pasas bien jugando a ser un cocinero de pacotilla.


lunes, 4 de marzo de 2013

Fumar o no fumar en Tokio


Los fumadores lo tienen mal en Tokio. En algunos distritos céntricos, como el de Chiyoda, está prohibido fumar en la calle desde el año 2002. De hacerlo, uno se arriesga a una multa de 20.000 yens (unos 165 euros). Y no puede alegarse desconocimiento, ya que hay carteles que recuerdan a menudo la prohibición.

Sorprende la cifra que indica que uno de cada cuatro japoneses fuma. ¿Dónde lo hace? Pues probablemente en casa, ya que ni en la calle ni en las estaciones ni en las oficinas está permitido. En algunas tabernas, sin embargo, sí, y en algunos barrios, como en Shibuya o en Shinjuku, puede verse el espectáculo de fumadores reunidos en una especie de jaulas designadas para ellos, generalmente insuficientes e incómodas. 
No es de extrañar que, visto el panorama, una empresa japonesa decidiera el pasado año instalar una serie de locales para fumadores en el centro de Tokio. Los bautizó como ippuku (“calada”) y están equipados con sillas, aire acondicionado, máquinas de vending y un extractor. La entrada cuesta 50 yens (0,40 euros). Teniendo en cuenta lo adelantado que va Japón, no sería de extrañar que pronto viéramos ippukus por aquí.

sábado, 2 de marzo de 2013

Shibuya, el paso de cebra más famoso


Incluso los que no han estado nunca en Tokio saben que Shibuya Crossing, el famoso paso de cebra del barrio de Shibuya, se convierte en las horas punta en un autentico hormiguero humano. Y es que en Shibuya confluyen varias líneas de metro que vomitan a empleados, funcionarios, compradores compulsivos y jóvenes en busca de marcha. A Shibuya va todo el mundo en Tokio, como se puede comprobar cuando se contempla durante unos minutos el famoso paso de cebra en diagonal que aparecía en Lost in Translation.
En algunos momentos del día, principalmente al caer la tarde, Shibuya es una auténtica locura, ya que los distintos pasos de cebra son invadidos por la multitud que llena la plaza dedicada a Hachiko, el perro fiel que fue a esperar a su dueño durante años a la estación, incluso después de que éste muriera, y que hoy sigue esperándolo convertido en una estatua que adoran los tokiotas. En un rincón de la plaza, a pocos pasos de Hachiko, se refugian por cierto los fumadores en el único lugar que se permite fumar en todo el barrio, una especie de jaula repleta que apesta a humo.
Al otro lado del cruce centellean los neones y las pantallas gigantes que inundan el barrio de Shibuya de luz, música, marcha y ruido, los locales de karaoke, los bares, los restaurantes, los cafés, las discotecas, las tiendas de moda, las de supermoda y los grandes almacenes en los que se puede encontrar prácticamente de todo. Esta gran concentración de comercios y locales de entretenimiento explica porque de noche Shibuya entra en ebullición, empezando, claro está, por el célebre Shibuya Crossing.