viernes, 26 de octubre de 2012

Bora Bora, paraíso para "honeymooners"



Bora Bora es una de esas islas paradisíacas que ostentan la etiqueta de “ideal para lunas de miel”. La vida es así. Antes las parejas se confirmaban con ir a Mallorca, pero como ahora se lleva la lejanía, Bora Bora gana puntos entre los honeymooners de alto poder adquisitivo. Y el marco lo merece, sin duda: una isla volcánica y abrupta con una laguna azul turquesa en la que parecen levitar los bungalows de los hoteles 5 estrellas.

Air Tahití tiene 5 o 6 vuelos diarios entre Tahití y Bora Bora, lo que asegura un flujo constante de turistas. El problema, en mi caso, es que cuando fui allí para escribir un reportaje, sólo veía parejas que se arrullaban, se miraban con cara de besugo y se hacían arrumacos sin fin. En fin, cosas del amor recién estrenado… No es extraño, visto lo visto, que en Bora Bora me aficionara al submarinismo.  
En un bar de Bora Bora, por cierto, asistí a una escena impagable. Había una pareja con aspecto de aburrirse mucho y un camarero les preguntó de donde eran. Él respondió que de Alemania. La siguiente pregunta fue si eran “honeymooners”. A lo que él, muy serio, contestó: “No, somos de Frankfurt”. Fue un caso obvio de lost in translation, pero entonces se me ocurrió que si todos los que van de luna de miel a Bora Bora repitieran para el divorcio, el negocio del turismo en la isla sería inconmensurable.

lunes, 22 de octubre de 2012

La bahía de Anaho, Stevenson y Melville


El escritor escocés Robert Louis Stevenson fue uno de los que cayeron bajo el hechizo de los Mares del Sur. Cuando en 1888 llegó a la resguardada bahía de Anaho, en Fuku Hiva, la más grande de las Islas Marquesas, escribió que “podrían escribirse muchos libros sobre la belleza de Anaho”. Y no le faltaba razón, ya que todavía hoy se conserva su encanto casi virgen.
 A Anaho se puede llegar en barca o a pie. La excursión a pie permite atravesar unos bosques de mangos y cocoteros que parecen contener el secreto de una ruta iniciática para llegar al paraíso. Una vez en la playa, bajo las palmeras, surge la tentación de no regresar, de prolongar el viaje para siempre.
Otro escritor, el norteamericano Herman Melville, se perdió cerca de aquí, en 1842, tal como cuenta en su libro Taipí. Desertó de un barco ballenero y se quedó a vivir unos meses “con los caníbales”, en lo que ahora se conoce como “el Agujero de Melville”. En su libro confiesa admirar a la gente de este valle feliz y concluye: “¿Qué podría aportarles la civilización?”. Y en eso estamos…

viernes, 19 de octubre de 2012

La copra de los Mares del Sur

La copra, la dichosa copra. Me había encontrado con esa palabra en novelas ambientadas en los Mares del Sur. Incluso la había visto en películas filmadas en espectacular Cinemascope que exhibían la belleza de aquellas islas a las que tanto deseaba viajar. Allí se hablaba del gran negocio de la copra. Pero, claro, para un mediterráneo como yo la copra era algo totalmente ajeno. Hasta que llegue a los Mares del Sur y vi las grandes plantaciones de cocoteros que ayudan a revestir aquellas islas con un manto de paraíso. Me pasó en la bella Nuku Hiva, por ejemplo, en las Islas Marquesas, donde saqué esta foto.

Me cautivaron aquellos paisajes tapizados de verde, aquella sensación de lugar único. De paraíso, ¿por qué no decirlo? En Nuku Hiva me encontré muy a gusto, tanto por los maravillosos paisajes como por la simpatía de sus gentes. Y fue allí donde, por fin, entré en contacto con la copra y con la gente que vive de ella. Allí aprendí que la copra es la pulpa seca del coco y que se obtiene rompiendo el coco, despedazando la pulpa y poníendola a secar en la misma plantación.

A partir de la copra, rayándola e hirviéndola en agua, se obtiene el aceite de coco, que en el siglo XIX, en tiempos de aventureros, se cotizaba muchísimo en los Mares del Sur. Se sigue cotizando, pero ahora el aceite se suele obtener en grandes factorías. En Nuku Hiva, sin embargo, aún quedan granjeros que obtienen la copra poniendo a secar la pulpa al sol. Así reviven el espíritu de los viejos tiempos, de las novelas y de las películas de antes.

jueves, 11 de octubre de 2012

La "insoportable" belleza de las islas Marquesas


Fatu Hiva, la más lejana de las islas Marquesas, tiene una belleza insuperable que se aprecia sobre todo en la bahía Des Verges (de las Vergas), a la que un misionero pacato le añadió una letra para dejarlo en Des Vierges (de las Vírgenes). Aunque, como puede verse en la foto, lo que sugieren las rocas inhiestas son claramente vergas.

En Fatu Hiva la naturaleza tropical, muy generosa en sus frutos, desborda, aunque puede llegar a agobiar. Que se lo digan si no al aventurero noruego Thor Heyerdhal (1914-2002), que residió año y medio en la isla, entre 1937 y 1938, con la intención de “regresar a la naturaleza”. En la isla, sin embargo, no guardan buen recuerdo de él. De su experiencia sacó un libro, titulado Fatu Hiva. Back to Nature, en el que mostraba sus credenciales para ser el primer hippy de la historia.
Los mosquitos y las enfermedades tropicales acabaron con el idilio de Heyerdhal con la isla, mientras los nativos recelaban de él porque se dedicaba a hurgar en las tumbas de sus antepasados para probar que venían de la isla de Pascua. Tanto se tensaron las relaciones que al final el noruego tuvo que marcharse de la aldea para ir a vivir a una cueva en la montaña, mientras suspiraba por el día en que volvería a la civilización que tanto había denostado. Conclusión: a veces hasta el paraíso puede llegar a cansar.

lunes, 8 de octubre de 2012

La tumba de Paul Gauguin en Hiva Oa



Ahora que el Paul Gauguin de Tahití protagoniza una exposición estelar en el Museu Thyssen de Madrid me acuerdo de cuando, no hace tantos años, visité su tumba en Hiva Oa, en las islas Marquesas. Me sorprendió ver cómo la cuidan los marqueses (¿se llaman así los nativos de las Marquesas?) y hasta qué punto recuerdan las peripecias de este pintor que murió en 1903, hace ya más de cien años. Es lo que tiene convertirse en leyenda.
Gauguin fue un entusiasta de los Mares del Sur, como lo fueron los primeros exploradores que avistaron esas islas paradisíacas y escritores de la talla de Herman Melville y Robert Louis Stevenson. Algo tendrá la Polinesia que despierta las ganas de no volver a casa. A mi, modestamente, también me dio este ataque, concretamente en las islas Marquesas, que no son tan de postal como Bora Bora pero tienen unos rincones de ensueño y están pobladas por una gente encantadora que no se ha rendido a las trampas del turismo de masas.
Tengo ganas de regresar a los Mares del Sur, lo reconozco; tengo ganas de volver a ver aquellos paisajes idílicos y de volver a reírme con sus gentes. Con Tania, por ejemplo, un torbellino que se desvivía para que los visitantes se encontraron a gusto en su encantadora pensión Kanahau, en Atuona. Gracias por todo, Tania, y recuerdos a Hiva Oa.


viernes, 5 de octubre de 2012

Adiós a Noruega desde el faro de Alnes



Los faros siempre tienen un atractivo especial, sobre todo cuando la tormenta enfurece las aguas y, como decía el gran poeta Ausiàs Marc, parece que el mar hierva, “mudant color e l’estat natural”. Incluso hoy, cuando la figura romántica del farero ha cedido el paso al frío piloto automático, los faros siguen simbolizando la luz que te guía en medio de la oscuridad y la confusión. En este sentido, el faro de Alnes, en el sur de Noruega, es un buen lugar para despedirme de Noruega.
La parte más antigua del faro de Alnes data de 1876, aunque una reforma de 1936 le dio su aspecto actual. En cualquier caso, en esta costa abrupta y resquebrajada, azotada por el viento y las olas, el faro de Alnes tiene la virtud de acogerte con cariño, sobre todo cuando las dos mujeres que lo llevan, Ida y Anja, te ofrecen su excelente sopa de pescado y un pastel que desprende calidez casera.
Cuenta Ida que cuando hay tormenta le gusta subir al faro. “Es increíble sentir el viento en la casa y ver cómo se encrespa el mar”, dice ilusionada. “Esta cosa tiene algo especial”. Y mientras las nubes atraviesan el cielo en modo acelerado, dando lugar a constantes cambios de luz, le doy la razón. Esta costa tiene algo muy especial, sobre todo cuando la miras desde el faro. La voy a echar de menos, y también a los elfos y a los espíritus que seguro que siguen campando por los fiordos noruegos.

lunes, 1 de octubre de 2012

Las 8 diferencias entre Alesund y Ny Alesund



Es curioso: estuve antes en Ny Alesund (o sea, Nuevo Alesund) que en Alesund, pero supongo que no pasa nada: hay mucha gente que va a Nueva York sin haber estado en York. El caso es que Ny Alesund, donde estuve hace unos años, es el pueblo habitado más al norte del mundo, a unos 1.200 kilómetros del Polo Norte, en las islas Svalbard, mientras que Alesund es una de las ciudades más hermosas de Noruega.
El principal encanto de Alesund son sus bellos edificios Jugenstil, o sea Art Nouveau, o sea modernistas. Pero resulta que si la ciudad no hubiera sufrido un pavoroso incendio en 1904, no habría nada de eso. La tuvieron que reconstruir de nuevo, y al arquitecto encargado le gustaba el modernismo. En fin, que se comprueba una vez más que no hay mal que por bien no venga, y ahí está la bonita ciudad de Alesund.
Esta segunda foto es de Ny Alesund. Se ve un poco despoblado, pero es que Alesund tiene 40.000 habitantes y Ny Alesund sólo 120. Y es que vivir cerca del Polo Norte, donde en invierno hace un frío de bigote y el mar se congela, sólo se les ocurre a los científicos. Mis preferidos, por cierto, son los de la delegación china, que se negaron a inaugurar su chiringuito sin dos grandes leones esculpidos en piedra. Para ponerlos en la puerta, claro, como hacen en los restaurantes. La tradición ante todo. Por cierto, comparando las dos fotos, supongo que queda claro que entre ambas poblaciones hay bastante más que 8 diferencias.