sábado, 29 de marzo de 2014

Caminando por los campos de Bután



Ignoro qué tanto por ciento de los 38.000 kilómetros cuadrados de Bután corresponde a la montaña. Muy elevado, seguro. En el Himalaya es así. Pero es en los valles donde encuentras la explosión de vida. Junto a los ríos de aguas bravas hay una tierra fértil donde se cultiva arroz. Una contradicción, por cierto: mientras que en todo el país está prohibido fumar, las plantas de marihuana crecen libremente en el monte, aunque es obvio el señor de la foto prefiere otras hojas para alimentar a sus cabras.
Cuando vas de excursión, los campos de arroz son una delicia para la vista, sobre todo en primavera, cuando se visten de un verde deslumbrante. En Punakha, el valle de clima más templado, logran dos cosechas por año; en el resto del país, sin embargo, una y gracias. 
El animal nacional de Bután es el takín, medio cabra y medio vaca, que llega a pesar hasta 350 kilos. Recuerda al buey almizclero, pero sin tanto pelo. La flor nacional es la amapola azul y el árbol nacional, el ciprés. Y así, lentamente, paso a paso, camino de la felicidad.

sábado, 22 de marzo de 2014

La falicidad "made in Bután"


Cada día que pasa pienso a ver si tendrán razón los habitantes de Bután cuando dicen que ellos tienen el copyright de la felicidad. Cuando paseas por el valle de Punakha, entre campos de arroz, templos, monasterios y gente que sonríe, te invade la sensación de que aquí son felices. Quizás porque no tuvieron televisión hasta 1999, o por aquello de la Felicidad Nacional Bruta. De vez en cuando, te sorprende descubrir una casa con un gran falo dibujado en la fachada. Lo hacen, dicen, porque trae buena suerte. Igual es que, en vez de la felicidad, lo que cuenta es la "falicidad".
Perderse en el pequeño mercado de Punakha es agradable, aunque lo que más abunda por allí es el arroz y las verduras, sobre todo el bicho, que es la base de la cocina de Bután. El plato estrella son los bichos con queso, como para salir echando fuego por la boca, como los dragones que inspiran a ese país.
En el mercado también puedes encontrar paradas con objetos budistas, otro de los temas centrales del país. Banderolas con mantras, campanillas, trompetas, incienso y todo lo que haga falta para conseguir una felicidad made in Bután que tiene intrigado a todo el mundo. Para conocer el secreto no hay otra: tienes que viajar a este pequeño país perdido en las montañas del Himalaya que parece tener el secreto de la felicidad. O quizás sea el de la "falicidad".

sábado, 15 de marzo de 2014

Punakha, el shangri-la de Bután



Cuando llegas al valle de Punakha, a unos 1.800 metros de altura, entiendes porque a Bután lo llaman “el nuevo Shangri-la”. Hay algo mágico en este extenso valle lleno de templos, monasterios y campos de arroz, con un ancho río, casas rematadas con madera pintada, banderolas budistas y el impresionante dzong, mitad monasterio, mitad centro administrativo, que ejerce de capital de invierno.
Visto desde fuera, el dzong de Punakha impresiona. Está situado en la confluencia de dos ríos que bajan de las cumbres del Himalaya. Cuando cae la tarde y la luz va cambiando, no te cansas de mirarlo. Tiene aspecto de fortaleza, de Potala, de lugar sagrado. Data del siglo XVII, ha sido destruido varias veces por el fuego y por las inundaciones, pero siempre ha renacido de sus cenizas. 
La entrada en el dzong, por unas escaleras empinadas, te transmite algo parecido a una ceremonia de iniciación que se confirma con los grandes molinos de oración, los mandalas, los distintos patios y templos y los lamas que caminan ensimismados, como si vivieran en otro mundo. 

sábado, 8 de marzo de 2014

Entre picos de más de 7.000 metros

El Gangkhar Puensum, la montaña más alta de Bután, mide 7.540 metros. Es alta, muy alta; no en vano estamos en el corazón del Himalaya. De hecho, Bután es una sucesión de montañas y valles (más montañas que valles), lo que provoca que en los desplazamientos por el país tengas que circular por carreteras serpentinas en las que siempre hay algún paso de montaña que se eleva por encima de los 3.000 metros. Un ejemplo: el Dochula Pass, a unos treinta kilómetros de Thimphu. Se encuentra a 3.150 metros y no es nada extraño que al llegar al punto más alto te sorprenda una nevada. 
En lo alto del Dochula Pass se levantan 108 chortens, arropados por la niebla y envueltos en nieve, que reflejan el respeto por la naturaleza que sienten los habitantes de Bután. Desde allí pueden verse, cerrando el horizonte, los picos de más de 7.000 metros, siempre que las nubes se retiren, claro. Es en lugares como éste, cuando se desata la tormenta, donde comprendes que el nombre local de Bután sea Druk Yul, "la tierra del dragón del trueno", ya que piensan por aquí que los truenos son los rugidos de los dragones que viven en la alta montaña.
Las carreteras en Bután son antes que nada un ejercicio de paciencia. Curvas, muchas curvas, y un constante subir y bajar montañas. Al otro lado del Dochula Pass cambia el escenario y la vegetación se hace más de montaña, con gigantescos rododendrons, como los que fascinaban al capitán Haddock en Tintín en el Tibet. Las curvas son las mismas, o más, pero la decoración de los camiones, con colores vivos y ojos pintados junto a los faros, se encargan de animar el recorrido hasta el valle de Punakha, el siguiente destino.