jueves, 6 de diciembre de 2012

Sofía, la ciudad moderna y el geriátrico de la Historia

Me gusta Sofía, la capital de Bulgaria. Me gusta porque no suele incluirse en el circuito de las grandes capitales europeas y porque tiene un aire de otra época que convive con una modernidad alternativa. Me gusta poque en un espacio reducido conviven una mezquita, una sinagoga y varias iglesias ortodoxas. Y también porque su subsuelo está lleno de ruinas romanas y porque los edificios del bulevar Vitosha, convertido ahora en peatonal, tienen un aire parisino.
Sofía tiene muchas caras, y un centro que es fácil recorrer a pie. El recuerdo del largo período comunista sobrevive, pero la mayoría de sus habitantes prefieren pasar página y encarar un futuro que apunta a la Unión Europea. En Bulgaria, donde todavía no tienen el euro (se paga en levas), los precios son baratos y la gente es, en general, acogedora. Las antiguas estatuas de Lenin, Marx y compañía, que antes presidían las calles de Sofía y la vida de los búlgaros, han ido a parar a un Museo del Arte Socialista.
Vale la pena acercarse a este museo que es como una ventana abierta al pasado. Allí puedes ver a los antiguos dirigentes recluidos en una especie de geriátrico de la Historia. Están todos juntos, muy juntos, como si buscaran compañía para sobrevivir a la lejanía del poder. Sus gestos de líderes orgullosos, desafiantes, contrastan con el olvido general que les rodea.
 

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