sábado, 11 de abril de 2015

La belleza dramática de la Antártida



Cruzar de noche el canal de Lemaire, en medio de una intensa nevada, equivale a retener la respiración, forzar la vista, adecuar tus pasos por cubierta a la lenta velocidad del Fram, protegerte contra el frío y cruzar los dedos para que todo salga bien. El barco avanza en zigzag, con prudencia, esquivando icebergs en medio del crujir de la capa de hielo que hay en superficie.
Cuando la nevada reduce la visibilidad, el capitán ordena, desde el puente de mando, encender un potente foco para ver mejor el mar de hielo. Es un mundo inundado de blanco, envuelto en silencio, en el que uno tiene la sensación de que el hombre es tan sólo un accidente mínimo. La grandiosidad del paisaje sobrecoge. 
Ésta es la última entrada que escribo sobre la Antártida. Podría escribir muchas más sobre esta tierra fascinante, pero no puedo alargarme indefinidamente. Para terminar, nada mejor que el canal de Lemaire. Fue emocionante cruzar este canal estrecho, poblado de icebergs de todos los tamaños y con glaciares a ambos lados, inmensas fábricas de hielo que arrojan, de vez en cuando, aún más hielo a este mar inacabable para resalzar, aún más si cabe, la belleza dramática del continente helado.


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