lunes, 11 de noviembre de 2013

Los leones de Masai Mara



En Masai Mara, una reserva de 1.500 kilómetros cuadrados, uno se siente transportado a un maravilloso mundo pretérito en el que la Naturaleza lo es todo. Escribió el escritor Alberto Moravia que viajar África es, en cierto modo, viajar a la Prehistoria. Tenía razón. Y es que aquí tienes la impresión de que la civilización occidental queda muy lejos. Ni los castillos ni las ermitas dominan un paisaje en el que se imponen los grandes árboles y la extensa sabana. Y la fauna salvaje, por supuesto, con el león como gran protagonista.
De los Cinco Grandes (elefante, rinoceronte, búfalo, león y leopardo), el león es el animal más buscado por los visitantes de Masai Mara. Y están de suerte, ya que se calcula que hay unos cuatrocientos en la reserva. Suelen agruparse en manadas y, cuando el sol está alto, no parecen muy partidarios de la actividad física. Yacen a la sombra, bostezando, y apenas si se mueven cuando los turistas les ametrallan con sus cámaras. Permanecen inactivos unas veinte horas al día, un exceso. 
El león es el felino más grande. Puede llegar a los 250 kilos de peso y cuando está en libertad vive entre diez y catorce años. Me contaron en Botswana que “no suelen comer hombres porque les molesta que los jirones de ropa se les queden entre los dientes”. Es una curiosa opinión, aunque el libro de Los devoradores de hombres del Tsavo, del coronel John Henry Paterson, la desmiente. En 1898, durante la construcción del ferrocarril en la región keniana de Tsavo, los leones se zamparon a más de treinta hombres. En resumen, que es muy probable que los leones prefieran engullir cebras, ñus o gacelas, pero, por si acaso, es mejor no acercarse demasiado.

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