miércoles, 4 de marzo de 2015

Ushuaia, la ciudad del fin del mundo



Empiezo el blog del viaje al Antártida con retraso por culpa de la promoción de mi libro “La memoria del Ararat”, que me ha tenido abducido desde que regresé. Pero, bueno, empiezo al fin y lo hago en Ushuaia, la llamada ciudad del fin del mundo, en la Tierra del Fuego argentina. Había estado en ella hace más de diez años, pero vuelve a sorprenderme la belleza del escenario natural: los picos y glaciares que le cubren las espaldas y el canal del Beagle enfrente. Los turistas chinos, que cada día abundan más, se hacen fotos los unos a los otros con Ushuaia como fondo de pantalla.
Cuando sale el sol destacan en Ushuaia las casas pintadas de colores vivos, el Penal del Fin del Mundo, con el Petiso Orejudo en plan estrella, y el Museo del Fin del Mundo, donde te ponen un sello en el pasaporte y te hablan de mares peligrosos y naufragios. En el puerto llaman la atención las pintadas oficiales que insisten en que las Malvinas son argentinas y recuerdan que “los buques piratas ingleses” no son bienvenidos. La sombra de las Malvinas es alargada en el tiempo…
Cuando paseas por Ushuaia, arriba y abajo por la calle San Martín, te fijas en las agencias que venden billetes para la Antártida, un “fin del mundo” todavía más lejano, los restaurantes especializados en centolla y los bares donde se concentran los viajeros. De día, el bar de moda es el Ideal, donde se come a buen precio; de noche, el Pub Dublín. Allí puedes distinguir, por el brillo en la mirada, a los viajeros que han regresado de la Antártida. Aunque, bien mirado, puede que el brillo se deba al exceso de alcohol. La Antártida, en cualquier caso, está ya muy cerca. Mañana, por fin, me embarco.

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