jueves, 29 de octubre de 2015

Yurtas, trenes y "porridge"



En Asia Central se esfuerzan por borrar todo rastro de la URSS, aquella enormidad que se esfumó en 1991. Algunos han optado por sustituir las estatuas de Lenin por las de Timerlán, mientras que otros prefieren a Gengis Khan. Sea como sea, hay que enviar a Lenin y a Stalin al fondo del armario y reivindicar la antigua vida nómada, a base de caballos salvajes, austeridad y yurtas.
En lo que se refiere a los trenes, sin embargo, Kazajstán sigue fiel a los recios vagones rusos, modelo Transiberiano, con literas estrechas, revisores autoritarios, un samovar en cada esquina y un restaurante en el que, diga lo que diga la carta, tienes que comer lo que te diga una camarera adusta modelo matrona. Afortunadamente, la cerveza y el vodka nunca faltan. 
Para el desayuno, lo que más se lleva es el porridge, una papilla de cereales con leche y otros ingredientes sospechosos. Es algo así como comer engrudo, aunque, no sé si será por el frío, pero acaba uno viciándose. Ya se sabe, en los viajes terminas por hacer cosas que te sorprenden a ti mismo. Lo dijo el filósofo: “El mejor viaje es aquel del que regresas siendo distinto de cuando saliste”. Pues eso, ahora me gusta el porridge.




sábado, 24 de octubre de 2015

Comiendo setas en Kazajstán



Dice la teoría del caos que si una mariposa mueve las alas en Europa puede provocar un tornado en las antípodas. La traducción a nivel cotidiano podría ser que si este año no hay setas en Cataluña habrá que ir a buscarlas a otro país. A Kazajstán, por ejemplo. Pilla lejos, en Asia Central, pero de paso puedes conocer un país con maravillas como las Tien Shan (Montañas Celestiales), que acogen el misterioso lago del Abedul.
Niebla, abetos, montaña, lluvia e incluso nieve. No puede decirse que las condiciones fueran óptimas para un paseo por Kazajstán, pero ya se sabe que, en los viajes, las malas condiciones son a veces grandes oportunidades. Este tiempo aciago fue, al fin y al cabo, la causa de que pudiéramos admirar los colores otoñales del bosque y llegar al lago con la mejor luz posible; y que, de paso, pudiéramos coger unas sabrosas setas y comérnoslas junto al lago. Para beber, vodka, que por algo estamos en Kazajstán.
Román, un conductor veterano de unas cuantas guerras, hombre de gesto adusto y conducta enérgica, fue quien cogió más setas, entre ellas unas muy parecidas al rovelló (níscalo). Fue una gozada comerlas con los amigos Fernando Sánchez-Heredero, José Luis Angulo y Paco Nadal. Cuando en un viaje llegan sorpresas como ésta, sabes que empiezas con buen pie.