A unos 30 kilómetros de Ereván,
la capital de Armenia, se encuentra un edificio curioso que, sin que sirva de
precedente, no es ni iglesia ni monasterio. Se trata del templo helenístico de
Garni, conocido como el templo pagano. Está situado en un promontorio por
encima del río Azad, en el interior de una fortificación que data probablemente
del siglo III a. C.
El lugar fue, y no sorprende,
residencia de verano de los reyes armenios, aunque fue destruida primero por
los bárbaros y después por un terremoto. Queda, eso sí, el templo, dedicado al
dios del sol, Helios, y levantado en el siglo I por el rey Trdat I. El
terremoto lo dañó, pero lo reconstruyeron en el período soviético y allí sigue.
A la salida de la fortaleza, hay
algunas paradas que venden albaricoques y melocotones secos, nueces, vino de
granada o tartas primorosamente decoradas. Es una muestra más de las muchas
tentaciones que ofrece Armenia, en este caso en el aparato gastronómico.