Kalmar es una
pequeña ciudad de Suecia, de unos 30.000 habitantes, que resulta agradable a
primera vista. Se encuentra en la región de Småland
y cuenta con un espectacular castillo del siglo XVI, que se levanta a orillas
del Báltico con unas murallas que harían desistir al invasor más empecinado.
Sus calles con casas antiguas parecen sacadas de un cuento de esos en los que
la maldad no existe.
Se come bien en
el puerto de Kalmar, con vistas a la vecina isla de Öland, y los bares del centro
se suelen llenar las noches del fin de semana, cuando los suecos y las suecas
se desmelenan y la ciudad deja de ser un cuento para niños. En los pueblos de
los alrededores, como en Boda, les da en cambio por una artesanía del cristal
que se alterna con los paisajes de bosques y lagos. Lo llaman el Reino de Cristal, un nombre que parece sacado de El Señor de los Anillos.
Este bar de
cristal azul, del Hotel Kosta Boda, da fe de la pasión de los suecos de esta
región por el cristal. A su alrededor hay un pueblo casi de cristal en el que,
siguiendo una antigua costumbre obrera, montan cenas junto a los hornos de las
fábricas de cristal. Con tanto cristal, diríase que estamos en un mundo muy frágil, pero no: la región de Småland está habitada por nórdicos y por tanto, goza de un irreductible espíritu vikingo.