En Groenlandia
casi no hay carreteras. El inmenso campo de hielo que ocupa el 83% de la isla
las convertiría en un contrasentido. Aquí los trineos y las motos de nieve son
mucho más útiles que los coches. La carretera más larga del país tiene unos 30
kilómetros y sale de Kangerlussuaq, el aeropuerto de llegada a la isla, para
dirigirse a los glaciares. La construyó la empresa Volkswagen para probar
sus coches en condiciones extremas.
Kangerlussuaq, nombre que significa "gran fiordo", es
un pueblo de unos 500 habitantes que fue antes base militar de Estados Unidos.
Se nota, aunque han pintado los antiguos barracones de colores y de vez en
cuando puedes ver a algún groenlandés que te alegra la vista con un traje típico muy llamativo.
Terminada la
guerra fría, la base no tenía mucho sentido y la cedieron al gobierno. En los
antiguos barracones militares hay ahora hoteles, apartamentos, empresas de
aviación y hasta un museo que reconstruye la historia del lugar. En el museo
hay mucha cosa militar, pero me llamaron la atención una cabeza disecada de
buey almizclero (yo sólo pude ver uno, y de lejos) y un cartel que proclama con
letras enormes que “Kangerlussuaq es un buen lugar para vivir”. Claro que
abajo, en letra pequeña, se lee: “Por orden del comandante de la base”.
En Kangerlussuaq
vive una española. Se llama Sofía, es de Ceuta y llegó el pasado mes de
octubre. “El invierno aquí es muy duro”, se lamenta. “Casi no hay luz solar y
llegamos a 50 grados bajo cero. Cuando sopla el viento polar es aún más
terrible. Los precios, además, son increíbles. Aquí todo se importa y una
patata llega a valer dos euros”.
Queda claro que Kangerlussuaq es
un lugar límite en el que puedes hacer tres cosas: regresar en el primer avión, embarcarte para visitar la
costa oeste o subir a un autobús de ruedas enormes para llegar hasta el hielo.
Si para empezar eliges la tercera opción, verás como la carretera no tarda en
adentrarse en la naturaleza de gran formato que buscan los que viajan a
Groenlandia. La primera visión del glaciar Russell es espectacular.
Tan sólo unos kilómetros
más adelante, la acumulación de hielo sigue aumentando hasta dominar por
completo el paisaje y empequeñecer al hombre.
Es verdad que Kangerlussuaq
parece poca cosa de entrada, pero el viaje hasta el hielo es una buena primera
toma de contacto con este país que es en casi todo distinto a cualquier otro.