domingo, 30 de diciembre de 2012

Vampiros en el mar Negro

Hasta ahora los vampiros siempre se habían asociado con Transilvania, y más en concreto con Rumanía y el conde Drácula. Pero desde hace unos meses se habla de los vampiros búlgaros de Sozopol, una población búlgara a orillas del Mar Negro. Allí encontraron, el pasado mes de junio, un par de cadáveres con estacas clavadas en el corazón.
En la visita al yacimiento, compruebo que los arquólogos siguen trabajando a fondo y que van apareciendo más cadáveres. Con estaca, de momento, sólo dos. Los expertos concluyen que se trataba de un ritual vampírico: los clavaban con una estaca al suelo para evitar que salieran de noche a hacer de las suyas por un pueblo que, en invierno, parece estar en letargo a la espera de la animada temporada de verano.
Hay quien dice que estas excavaciones están ayudando a promocionar a Sozopol de cara al turismo. És más, hay quien ya está pensando en abrir un Bar Drácula el próximo verano. Cualquier idea es buena para salir de la maldita crisis.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Monasterios y fortalezas búlgaros

Los monasterios ortodoxos tienen siempre un valor añadido. Quizás porque su distribución es distinta de la de los católicos, a los que estamos más acostumbrados, o quizás por la influencia de Oriente. Mis preferidos son los que están rodeados de altas murallas que los aislan del mundo exterior. En el monasterio de Bachkovo, en Bulgaria, el patio interior y la iglesia central son bellísimos, pero unos monjes huraños hasta el exceso se empeñan en que nadie haga ni una sola foto.
Es una lástima que en Bachkovo, cerca de Asenovgrad, no se puedan hacer fotos, pero así es la vida, por lo menos tal como la entienden los monjes del aguerrido comando antifotográfico. En cualquier caso, queda en la memoria la emoción de un monasterio del siglo XI que, a pesar del saqueo de los turcos, ha llegado hasta nuestros días. Unos kilómetros más allá, el nido de águilas de la fortaleza de Asen, justo en el punto donde empiezan las montañas Rhodope, da una idea de cómo debía ser la Edad Media en este lugar remoto.
Y el viaje continúa.

 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Un monasterio de niebla, lluvia y tiempo congelado



El monasterio de Rila es el más grande y el más famoso de Bulgaria. Está situado en los bosques de las montañas de Rila, a 120 kilómetros de Sofía y a 1.147 metros de altura, en medio de un paisaje mágico regado por el río Rilska. Lo fundó en el siglo X un ermitaño llamado Juan de Rila, patrón de Bulgaria, y son muchos los que peregrinan hasta allí para rezar o para pedir deseos al icono milagroso de Santa María Osenovitsa, del siglo XII.   
El monasterio, tal como lo vemos hoy, data del siglo XIX, ya que fue destruido por un incendio en 1833. Al reconstruirlo, los arquitectos optaron por añadir un piso a la galería que lo rodea y por engrandecer la iglesia. Se ganó espacio, pero se perdió encanto. A los frescos les falta la pátina que dan el tiempo y el humo de las velas, y la madera de las galerías es demasiado nueva.
Un viaje a Rila siempre recompensa, ya que el lugar recuerda los monasterios de la península monástica del Monte Athos, protegidos por gruesas murallas y encerrados en sí mismos, como si en ellos el tiempo no pasara. Ahora, en otoño, los jirones de niebla, la lluvia que no cesa y el amarillo de las hojas de los árboles le otorgan además un encanto suplementario, como de otro mundo.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Plovdiv, historia y música


Me gusta Plovdiv, la segunda ciudad de Bulgaria. Tiene un centro tranquilo por el que es agradable pasear, con edificios señoriales pintados de colores cálidos y unas cuantas colinas por las que se reparte la ciudad antigua, con apacibles calles empedradas y ruinas romanas. Había siete colinas en Plovdiv, como en Roma, pero hace unos años arrasaron una para construir un centro comercial. Desastres de los tiempos modernos, desastres irreparables. En cualquier caso, la visión del teatro romano, en lo alto de una de las colinas, sobrecoge por su dominio sobre la ciudad.
En el punto más alto, la ciudad se difumina para abrirse a un descampado con vistas, lleno de piedras antiguas y pintadas modernas, al que acuden los jóvenes para contemplar la puesta de sol, con botellón incluido. Desde allí puede verse la sucesión de colinas sobre las que se ha ido expandiendo la ciudad.
Plovdiv, por cierto, se encuentra a 130 kilómetros de la capital, Sofía, cuenta con un ancho río, el Maritsa, y con muchos bares en los que la música (con la popular y transgresora chalga en el punto más alto) no parece detenerse nunca.



domingo, 9 de diciembre de 2012

Bulgaria, lejos del comunismo

El comunismo queda lejos en Bulgaria. Desde que en 1991 el país dejó de ser una república popular, no puede decirse que los símbolos del comunismo hayan permanecido. La estrella que coronaba la imponente sede del Comité Central del partido ha ido a parar a un museo y la gran estatua de Lenin que presidía el lugar más céntrico de Sofía ha sido reemplazada por una estatua de Santa Sofía que, acorde con los nuevos tiempos, luce con un anuncio de cerveza al fondo.
Si uno se esfuerza, sin embargo, conseguirá encontrar en los carteles de festivales de música alternativa alguna referencia a Lenin, aunque, en fin, tampoco puede decirse que sea muy respetuosa con el personaje.
De todos modos, con Lenin o sin Lenin, es evidente que Bulgaria transita ahora por caminos más democráticos en los que los intelecturales (obsérvense las gafas y la sonrisa del tipo de la siguiente foto) y las chicas amantes de la fruta unen sus esfuerzos para sacar el país adelante.
 Conclusión: merece la pena viajar a Bulgaria, un país que no deja de sorprenderte.



jueves, 6 de diciembre de 2012

Sofía, la ciudad moderna y el geriátrico de la Historia

Me gusta Sofía, la capital de Bulgaria. Me gusta porque no suele incluirse en el circuito de las grandes capitales europeas y porque tiene un aire de otra época que convive con una modernidad alternativa. Me gusta poque en un espacio reducido conviven una mezquita, una sinagoga y varias iglesias ortodoxas. Y también porque su subsuelo está lleno de ruinas romanas y porque los edificios del bulevar Vitosha, convertido ahora en peatonal, tienen un aire parisino.
Sofía tiene muchas caras, y un centro que es fácil recorrer a pie. El recuerdo del largo período comunista sobrevive, pero la mayoría de sus habitantes prefieren pasar página y encarar un futuro que apunta a la Unión Europea. En Bulgaria, donde todavía no tienen el euro (se paga en levas), los precios son baratos y la gente es, en general, acogedora. Las antiguas estatuas de Lenin, Marx y compañía, que antes presidían las calles de Sofía y la vida de los búlgaros, han ido a parar a un Museo del Arte Socialista.
Vale la pena acercarse a este museo que es como una ventana abierta al pasado. Allí puedes ver a los antiguos dirigentes recluidos en una especie de geriátrico de la Historia. Están todos juntos, muy juntos, como si buscaran compañía para sobrevivir a la lejanía del poder. Sus gestos de líderes orgullosos, desafiantes, contrastan con el olvido general que les rodea.