domingo, 30 de diciembre de 2012

Vampiros en el mar Negro

Hasta ahora los vampiros siempre se habían asociado con Transilvania, y más en concreto con Rumanía y el conde Drácula. Pero desde hace unos meses se habla de los vampiros búlgaros de Sozopol, una población búlgara a orillas del Mar Negro. Allí encontraron, el pasado mes de junio, un par de cadáveres con estacas clavadas en el corazón.
En la visita al yacimiento, compruebo que los arquólogos siguen trabajando a fondo y que van apareciendo más cadáveres. Con estaca, de momento, sólo dos. Los expertos concluyen que se trataba de un ritual vampírico: los clavaban con una estaca al suelo para evitar que salieran de noche a hacer de las suyas por un pueblo que, en invierno, parece estar en letargo a la espera de la animada temporada de verano.
Hay quien dice que estas excavaciones están ayudando a promocionar a Sozopol de cara al turismo. És más, hay quien ya está pensando en abrir un Bar Drácula el próximo verano. Cualquier idea es buena para salir de la maldita crisis.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Monasterios y fortalezas búlgaros

Los monasterios ortodoxos tienen siempre un valor añadido. Quizás porque su distribución es distinta de la de los católicos, a los que estamos más acostumbrados, o quizás por la influencia de Oriente. Mis preferidos son los que están rodeados de altas murallas que los aislan del mundo exterior. En el monasterio de Bachkovo, en Bulgaria, el patio interior y la iglesia central son bellísimos, pero unos monjes huraños hasta el exceso se empeñan en que nadie haga ni una sola foto.
Es una lástima que en Bachkovo, cerca de Asenovgrad, no se puedan hacer fotos, pero así es la vida, por lo menos tal como la entienden los monjes del aguerrido comando antifotográfico. En cualquier caso, queda en la memoria la emoción de un monasterio del siglo XI que, a pesar del saqueo de los turcos, ha llegado hasta nuestros días. Unos kilómetros más allá, el nido de águilas de la fortaleza de Asen, justo en el punto donde empiezan las montañas Rhodope, da una idea de cómo debía ser la Edad Media en este lugar remoto.
Y el viaje continúa.

 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Un monasterio de niebla, lluvia y tiempo congelado



El monasterio de Rila es el más grande y el más famoso de Bulgaria. Está situado en los bosques de las montañas de Rila, a 120 kilómetros de Sofía y a 1.147 metros de altura, en medio de un paisaje mágico regado por el río Rilska. Lo fundó en el siglo X un ermitaño llamado Juan de Rila, patrón de Bulgaria, y son muchos los que peregrinan hasta allí para rezar o para pedir deseos al icono milagroso de Santa María Osenovitsa, del siglo XII.   
El monasterio, tal como lo vemos hoy, data del siglo XIX, ya que fue destruido por un incendio en 1833. Al reconstruirlo, los arquitectos optaron por añadir un piso a la galería que lo rodea y por engrandecer la iglesia. Se ganó espacio, pero se perdió encanto. A los frescos les falta la pátina que dan el tiempo y el humo de las velas, y la madera de las galerías es demasiado nueva.
Un viaje a Rila siempre recompensa, ya que el lugar recuerda los monasterios de la península monástica del Monte Athos, protegidos por gruesas murallas y encerrados en sí mismos, como si en ellos el tiempo no pasara. Ahora, en otoño, los jirones de niebla, la lluvia que no cesa y el amarillo de las hojas de los árboles le otorgan además un encanto suplementario, como de otro mundo.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Plovdiv, historia y música


Me gusta Plovdiv, la segunda ciudad de Bulgaria. Tiene un centro tranquilo por el que es agradable pasear, con edificios señoriales pintados de colores cálidos y unas cuantas colinas por las que se reparte la ciudad antigua, con apacibles calles empedradas y ruinas romanas. Había siete colinas en Plovdiv, como en Roma, pero hace unos años arrasaron una para construir un centro comercial. Desastres de los tiempos modernos, desastres irreparables. En cualquier caso, la visión del teatro romano, en lo alto de una de las colinas, sobrecoge por su dominio sobre la ciudad.
En el punto más alto, la ciudad se difumina para abrirse a un descampado con vistas, lleno de piedras antiguas y pintadas modernas, al que acuden los jóvenes para contemplar la puesta de sol, con botellón incluido. Desde allí puede verse la sucesión de colinas sobre las que se ha ido expandiendo la ciudad.
Plovdiv, por cierto, se encuentra a 130 kilómetros de la capital, Sofía, cuenta con un ancho río, el Maritsa, y con muchos bares en los que la música (con la popular y transgresora chalga en el punto más alto) no parece detenerse nunca.



domingo, 9 de diciembre de 2012

Bulgaria, lejos del comunismo

El comunismo queda lejos en Bulgaria. Desde que en 1991 el país dejó de ser una república popular, no puede decirse que los símbolos del comunismo hayan permanecido. La estrella que coronaba la imponente sede del Comité Central del partido ha ido a parar a un museo y la gran estatua de Lenin que presidía el lugar más céntrico de Sofía ha sido reemplazada por una estatua de Santa Sofía que, acorde con los nuevos tiempos, luce con un anuncio de cerveza al fondo.
Si uno se esfuerza, sin embargo, conseguirá encontrar en los carteles de festivales de música alternativa alguna referencia a Lenin, aunque, en fin, tampoco puede decirse que sea muy respetuosa con el personaje.
De todos modos, con Lenin o sin Lenin, es evidente que Bulgaria transita ahora por caminos más democráticos en los que los intelecturales (obsérvense las gafas y la sonrisa del tipo de la siguiente foto) y las chicas amantes de la fruta unen sus esfuerzos para sacar el país adelante.
 Conclusión: merece la pena viajar a Bulgaria, un país que no deja de sorprenderte.



jueves, 6 de diciembre de 2012

Sofía, la ciudad moderna y el geriátrico de la Historia

Me gusta Sofía, la capital de Bulgaria. Me gusta porque no suele incluirse en el circuito de las grandes capitales europeas y porque tiene un aire de otra época que convive con una modernidad alternativa. Me gusta poque en un espacio reducido conviven una mezquita, una sinagoga y varias iglesias ortodoxas. Y también porque su subsuelo está lleno de ruinas romanas y porque los edificios del bulevar Vitosha, convertido ahora en peatonal, tienen un aire parisino.
Sofía tiene muchas caras, y un centro que es fácil recorrer a pie. El recuerdo del largo período comunista sobrevive, pero la mayoría de sus habitantes prefieren pasar página y encarar un futuro que apunta a la Unión Europea. En Bulgaria, donde todavía no tienen el euro (se paga en levas), los precios son baratos y la gente es, en general, acogedora. Las antiguas estatuas de Lenin, Marx y compañía, que antes presidían las calles de Sofía y la vida de los búlgaros, han ido a parar a un Museo del Arte Socialista.
Vale la pena acercarse a este museo que es como una ventana abierta al pasado. Allí puedes ver a los antiguos dirigentes recluidos en una especie de geriátrico de la Historia. Están todos juntos, muy juntos, como si buscaran compañía para sobrevivir a la lejanía del poder. Sus gestos de líderes orgullosos, desafiantes, contrastan con el olvido general que les rodea.
 

lunes, 26 de noviembre de 2012

Dubai, fascinación por el agua



En Dubai, como a todos los países del desierto, les fascina el agua, que para ellos es sinónimo de paraíso. No sorprende, pues, que en los hoteles de Dubai te encuentres a menudo con murales que evocan paisajes de agua. Las cascadas son el tema favorito; la cascada, agua dulce a espuertas. En el Dubai Mall, como es el centro comercial más grande del mundo, no se contentan con los murales, si no que apuestan por una cascada de verdad.
Los ciudadanos de Dubai acuden a contemplar la gran cascada con embeleso, y sin salir del centro comercial se acercan después al inmenso acuario que permite ver escenas del fondo del mar sin mojarse. 


Si alguien se queda con ganas de más agua, o de nieve, puede ir al Emirates Mall, otro centro comercial enorme que cuenta con la pista de esquí cubierta más grande del mundo. Son 85 metros de altura (unos 25 pisos) y 80 metros de anchura, con capacidad para 1.500 personas que pueden elegir entre cinco pistas, la más larga de 400 metros. Dubai es así: a lo grande.




viernes, 23 de noviembre de 2012

Un anillo de oro de 64 kilos



En Dubai, el exceso es norma. Es por ello que no me sorprende, de paseo por el zoco, ver en el escaparate de una joyería un anillo de 64 kilos de peso. Casi todo es de oro de 21 quilates, aunque también hay 5,17 kilos de piedras preciosas. Pero, ¿a quién puede interesarle comprar un anillo tan grande? ¿Qué haría con él? ¿Lucirlo como un flotador alrededor de la cintura? Probablemente nadie lo comprará, pero, lo dicho, en Dubai se lleva un exceso que les impulsa a hacer siempre lo más grande del mundo. Para deslumbrar, claro.
Hay quien a Dubai prefiere llamarlo You Buy. Suena parecido y remite a la fiebre de las compras que domina este emirato en el que el dinero circula a espuertas. Hay unos dos millones de habitantes en Dubai, de los que 1.100.000 son trabajadores extranjeros. Cuando se quedan sin trabajo, tienen dos meses para encontrar otro. Si no lo encuentran, fuera. Así se explica que las cifras del paro sean bajas en Dubai.
Los ricos de Dubai suelen salir cuando se pone el sol y la temperatura se suaviza. Es entonces cuando ves aparecer los Ferraris, Lamborghinis, Mercedes y otros juguetes de los jóvenes ricos del emirato. Se trata, una vez más, de mostrar al mundo que tienen dinero, mucho dinero. A pesar de que a su alrededor sólo hay desierto... Bueno, y petróleo, claro.




lunes, 19 de noviembre de 2012

Un hotel de 7 estrellas en Dubai

En Dubai son muy dados al exceso. Tanto que al ver terminado el Hotel Burj el Arab, en 1999, no se contentaron con darle la categoría máxima de 5 estrellas, si no que se inventaron la de 7. Supongo que 6 quedaba demasiado cerca del 5, y de lo que se trataba era de deslumbrar al mundo. Este fue el encargo que le dieron al arquitecto británico que construyó este superhotel en una isla artificial situada a 280 metros de la playa. No sólo había que dotarlo del lujo más lujoso, si no que había que provocar olas de admiración.
No puede negarse que el hotel provoca asombro, tanto por su forma de gran vela hinchada por el viento, como por su altura de 280 metros, por el atrio descomunal de la entrada y por sus 220 habitaciones, que van de los 170 a los 780 metros cuadrados. Están decoradas con mármol blanco, láminas de oro, mosaicos y columnas de inspiración clásica. Los precios, ajustaditos: de 8.300 a 36.000 euros la noche.
Hay muchos millonarios que se dan el capricho de pasar unas noches de 7 estrellas, pero la mayoría de los mortales que visitan Dubai se contentan con fotografiarlo desde la playa contigua. Algunos, sobre todo los turistas rusos, aprovechan para sacarse unas fotos con posturitas insinuantes. Me imagino que debe de ser por si algún jeque está asomado a la ventana del hotel. Con lo que pagan, bien se merecen una alegría.


viernes, 16 de noviembre de 2012

Dubai: desierto, petrodólares y ganas de deslumbrar

Una de las mejores cosas de ir a Dubai es viajar en la Business Class de Emirates. Un lujo. Se está tan bien en este cielo provisional que las seis horas de vuelo desde Barcelona se hacen cortas. Es poco tiempo para las muchas películas de la carta, las copas de champagne, los tres platos de la comida principal, los destilados, la comodidad de la butaca... Lo malo que tiene viajar muy de vez en cuando en Business es que cuando regresas al infierno de la clase turista sabes lo que te pierdes y sufres aún más las estrecheces. Una vez en Dubai, el emirato te sorprende por sus ganas de deslumbrar, de anunciar al mundo que son ricos, muy ricos. Un aeropuerto gigante, la torre más alta del mundo (Burj Khalifa, 828 metros), el shopping mall más grande del mundo, el segundo shopping mall más grande del mundo, el anillo más grande del mundo, un hotel de 7 estrellas... y un calor asfixiante que se acerca a los 40 grados.
Dubai deslumbra, desde luego. Enormes galerías comerciales, estaciones de autobús cerradas y con aire acondicionado, hoteles estupendos, una pista de esquí cubierta, Egipcio imitado, el Big Ben imitado... El gran contraste lo ves cuando, a sólo unos kilómetros de Dubai, te das de bruces con el desierto.
Las dunas son auténticas (aquí no valen las imitaciones), y la tormenta de arena que ciega los ojos y difumina el horizonte también. Es lo que tiene el desierto, que por mucho que lo envuelvas con glamour siempre acaba imponiendo su ley. Cualquier día se planta en el centro de Dubai y les recuerda a los ricos emires que, por muchos rascacielos que levanten, por mucho que creen un mundo paralelo, en el fondo todo es arena.


lunes, 12 de noviembre de 2012

Adiós a las islas Marquesas

Para despedirme de las islas Marquesas no se me ocurre nada mejor que hablar de un barco y de un avión. No se trata, por supuesto, de un barco y un avión cualquiera. Ambos tienen nombre propio: el primero se llama Aranui y el segundo Jojo. El Aranui (nombre que significa en maorí camino largo) es el barco que comunica las islas con Papeete, la capital de la Polinesia francesa. Es medio carguero y medio barco de pasajeros, y es una auténtica delicia navegar en él, ya que no sólo te permite desplazarte entre las islas si no también contemplar las entretenidas maniobras de carga y descarga, como la que ilustra la foto en la isla de Fatu Hiva.
El Aranui actual, que ya es el número 3, fue construido en Rumanía, mide 117 metros de eslora y puede llevar hasta a 200 pasajeros. Recuerdo la alegría con que lo recibieron en el puerto de Nuku Hiva. "¿Llega un amigo, un familiar?", pregunté ante tanto alborozo. "Mucho mejor: nos habíamos quedado sin cerveza y el Aranui trae refuerzos", me respondieron. Así es el Aranui. El Jojo es otra cosa. Fue el avión del cantante belga Jacques Brel cuando decidió quedarse a vivir en el paraíso, es decir, en la isla de Hiva Oa.
En vida de Jacques Brel, fallecido en 1978, el Jojo comunicaba Hiva Oa con las otras islas, y cuentan que el cantante siempre lo ofrecía a los enfermos o necesitados. Ahora se exhibe en un museo de la isla, para que el mundo sepa de la solidaridad del cantante belga, enterrado en la isla, cerca de la tumba de Paul Gauguin. Los isleños lo muestran con orgullo, pero añaden que es una lástima que ya no pueda volar.


jueves, 1 de noviembre de 2012

Ua Pou, la isla más abrupta de las Marquesas

Ua Pou seduce, antes que nada, por el nombre, que significa Dos Columnas. Bueno, el que la bautizó se quedó corto, ya que son cuatro las grandes columnas basálticas, de más de mil metros de altura, que dominan el corazón de la isla, contagiándola de un aire misterioso, en especial cuando parecen jugar con las nubes. Situada a unos 50 kilómetros al sur de Huku Hiva, Ua Pou atre por la naturaleza abrupta y una población que valora y practica las danzas tradicionales de la Polinesia.
A Ua Pou se puede llegar en barco, en un par de horas, desde Nuku Hiva, pero hay quien prefiere llegar en avión. El problema, en esta última opción, es que hay que aterrizar en la pista estrecha y en pendiente del único aeropuerto de la isla. Los vuelos que aterrizan lo hacen siempre desde el mar, confiando en que la pendiente les ayudará a frenar. Los que despegan, lo hacen hacia el mar, sea cual sea el viento dominante.
La emoción, como puede verse, empieza en el mismo aeropuerto de Ua Pou, pero hay muchas más emociones que esperan al viajero en esta isla singular, ideal para las excursiones tierra adentro, en busca de una belleza no catalogada y, probablemente, de uno mismo.



viernes, 26 de octubre de 2012

Bora Bora, paraíso para "honeymooners"



Bora Bora es una de esas islas paradisíacas que ostentan la etiqueta de “ideal para lunas de miel”. La vida es así. Antes las parejas se confirmaban con ir a Mallorca, pero como ahora se lleva la lejanía, Bora Bora gana puntos entre los honeymooners de alto poder adquisitivo. Y el marco lo merece, sin duda: una isla volcánica y abrupta con una laguna azul turquesa en la que parecen levitar los bungalows de los hoteles 5 estrellas.

Air Tahití tiene 5 o 6 vuelos diarios entre Tahití y Bora Bora, lo que asegura un flujo constante de turistas. El problema, en mi caso, es que cuando fui allí para escribir un reportaje, sólo veía parejas que se arrullaban, se miraban con cara de besugo y se hacían arrumacos sin fin. En fin, cosas del amor recién estrenado… No es extraño, visto lo visto, que en Bora Bora me aficionara al submarinismo.  
En un bar de Bora Bora, por cierto, asistí a una escena impagable. Había una pareja con aspecto de aburrirse mucho y un camarero les preguntó de donde eran. Él respondió que de Alemania. La siguiente pregunta fue si eran “honeymooners”. A lo que él, muy serio, contestó: “No, somos de Frankfurt”. Fue un caso obvio de lost in translation, pero entonces se me ocurrió que si todos los que van de luna de miel a Bora Bora repitieran para el divorcio, el negocio del turismo en la isla sería inconmensurable.

lunes, 22 de octubre de 2012

La bahía de Anaho, Stevenson y Melville


El escritor escocés Robert Louis Stevenson fue uno de los que cayeron bajo el hechizo de los Mares del Sur. Cuando en 1888 llegó a la resguardada bahía de Anaho, en Fuku Hiva, la más grande de las Islas Marquesas, escribió que “podrían escribirse muchos libros sobre la belleza de Anaho”. Y no le faltaba razón, ya que todavía hoy se conserva su encanto casi virgen.
 A Anaho se puede llegar en barca o a pie. La excursión a pie permite atravesar unos bosques de mangos y cocoteros que parecen contener el secreto de una ruta iniciática para llegar al paraíso. Una vez en la playa, bajo las palmeras, surge la tentación de no regresar, de prolongar el viaje para siempre.
Otro escritor, el norteamericano Herman Melville, se perdió cerca de aquí, en 1842, tal como cuenta en su libro Taipí. Desertó de un barco ballenero y se quedó a vivir unos meses “con los caníbales”, en lo que ahora se conoce como “el Agujero de Melville”. En su libro confiesa admirar a la gente de este valle feliz y concluye: “¿Qué podría aportarles la civilización?”. Y en eso estamos…

viernes, 19 de octubre de 2012

La copra de los Mares del Sur

La copra, la dichosa copra. Me había encontrado con esa palabra en novelas ambientadas en los Mares del Sur. Incluso la había visto en películas filmadas en espectacular Cinemascope que exhibían la belleza de aquellas islas a las que tanto deseaba viajar. Allí se hablaba del gran negocio de la copra. Pero, claro, para un mediterráneo como yo la copra era algo totalmente ajeno. Hasta que llegue a los Mares del Sur y vi las grandes plantaciones de cocoteros que ayudan a revestir aquellas islas con un manto de paraíso. Me pasó en la bella Nuku Hiva, por ejemplo, en las Islas Marquesas, donde saqué esta foto.

Me cautivaron aquellos paisajes tapizados de verde, aquella sensación de lugar único. De paraíso, ¿por qué no decirlo? En Nuku Hiva me encontré muy a gusto, tanto por los maravillosos paisajes como por la simpatía de sus gentes. Y fue allí donde, por fin, entré en contacto con la copra y con la gente que vive de ella. Allí aprendí que la copra es la pulpa seca del coco y que se obtiene rompiendo el coco, despedazando la pulpa y poníendola a secar en la misma plantación.

A partir de la copra, rayándola e hirviéndola en agua, se obtiene el aceite de coco, que en el siglo XIX, en tiempos de aventureros, se cotizaba muchísimo en los Mares del Sur. Se sigue cotizando, pero ahora el aceite se suele obtener en grandes factorías. En Nuku Hiva, sin embargo, aún quedan granjeros que obtienen la copra poniendo a secar la pulpa al sol. Así reviven el espíritu de los viejos tiempos, de las novelas y de las películas de antes.

jueves, 11 de octubre de 2012

La "insoportable" belleza de las islas Marquesas


Fatu Hiva, la más lejana de las islas Marquesas, tiene una belleza insuperable que se aprecia sobre todo en la bahía Des Verges (de las Vergas), a la que un misionero pacato le añadió una letra para dejarlo en Des Vierges (de las Vírgenes). Aunque, como puede verse en la foto, lo que sugieren las rocas inhiestas son claramente vergas.

En Fatu Hiva la naturaleza tropical, muy generosa en sus frutos, desborda, aunque puede llegar a agobiar. Que se lo digan si no al aventurero noruego Thor Heyerdhal (1914-2002), que residió año y medio en la isla, entre 1937 y 1938, con la intención de “regresar a la naturaleza”. En la isla, sin embargo, no guardan buen recuerdo de él. De su experiencia sacó un libro, titulado Fatu Hiva. Back to Nature, en el que mostraba sus credenciales para ser el primer hippy de la historia.
Los mosquitos y las enfermedades tropicales acabaron con el idilio de Heyerdhal con la isla, mientras los nativos recelaban de él porque se dedicaba a hurgar en las tumbas de sus antepasados para probar que venían de la isla de Pascua. Tanto se tensaron las relaciones que al final el noruego tuvo que marcharse de la aldea para ir a vivir a una cueva en la montaña, mientras suspiraba por el día en que volvería a la civilización que tanto había denostado. Conclusión: a veces hasta el paraíso puede llegar a cansar.

lunes, 8 de octubre de 2012

La tumba de Paul Gauguin en Hiva Oa



Ahora que el Paul Gauguin de Tahití protagoniza una exposición estelar en el Museu Thyssen de Madrid me acuerdo de cuando, no hace tantos años, visité su tumba en Hiva Oa, en las islas Marquesas. Me sorprendió ver cómo la cuidan los marqueses (¿se llaman así los nativos de las Marquesas?) y hasta qué punto recuerdan las peripecias de este pintor que murió en 1903, hace ya más de cien años. Es lo que tiene convertirse en leyenda.
Gauguin fue un entusiasta de los Mares del Sur, como lo fueron los primeros exploradores que avistaron esas islas paradisíacas y escritores de la talla de Herman Melville y Robert Louis Stevenson. Algo tendrá la Polinesia que despierta las ganas de no volver a casa. A mi, modestamente, también me dio este ataque, concretamente en las islas Marquesas, que no son tan de postal como Bora Bora pero tienen unos rincones de ensueño y están pobladas por una gente encantadora que no se ha rendido a las trampas del turismo de masas.
Tengo ganas de regresar a los Mares del Sur, lo reconozco; tengo ganas de volver a ver aquellos paisajes idílicos y de volver a reírme con sus gentes. Con Tania, por ejemplo, un torbellino que se desvivía para que los visitantes se encontraron a gusto en su encantadora pensión Kanahau, en Atuona. Gracias por todo, Tania, y recuerdos a Hiva Oa.


viernes, 5 de octubre de 2012

Adiós a Noruega desde el faro de Alnes



Los faros siempre tienen un atractivo especial, sobre todo cuando la tormenta enfurece las aguas y, como decía el gran poeta Ausiàs Marc, parece que el mar hierva, “mudant color e l’estat natural”. Incluso hoy, cuando la figura romántica del farero ha cedido el paso al frío piloto automático, los faros siguen simbolizando la luz que te guía en medio de la oscuridad y la confusión. En este sentido, el faro de Alnes, en el sur de Noruega, es un buen lugar para despedirme de Noruega.
La parte más antigua del faro de Alnes data de 1876, aunque una reforma de 1936 le dio su aspecto actual. En cualquier caso, en esta costa abrupta y resquebrajada, azotada por el viento y las olas, el faro de Alnes tiene la virtud de acogerte con cariño, sobre todo cuando las dos mujeres que lo llevan, Ida y Anja, te ofrecen su excelente sopa de pescado y un pastel que desprende calidez casera.
Cuenta Ida que cuando hay tormenta le gusta subir al faro. “Es increíble sentir el viento en la casa y ver cómo se encrespa el mar”, dice ilusionada. “Esta cosa tiene algo especial”. Y mientras las nubes atraviesan el cielo en modo acelerado, dando lugar a constantes cambios de luz, le doy la razón. Esta costa tiene algo muy especial, sobre todo cuando la miras desde el faro. La voy a echar de menos, y también a los elfos y a los espíritus que seguro que siguen campando por los fiordos noruegos.

lunes, 1 de octubre de 2012

Las 8 diferencias entre Alesund y Ny Alesund



Es curioso: estuve antes en Ny Alesund (o sea, Nuevo Alesund) que en Alesund, pero supongo que no pasa nada: hay mucha gente que va a Nueva York sin haber estado en York. El caso es que Ny Alesund, donde estuve hace unos años, es el pueblo habitado más al norte del mundo, a unos 1.200 kilómetros del Polo Norte, en las islas Svalbard, mientras que Alesund es una de las ciudades más hermosas de Noruega.
El principal encanto de Alesund son sus bellos edificios Jugenstil, o sea Art Nouveau, o sea modernistas. Pero resulta que si la ciudad no hubiera sufrido un pavoroso incendio en 1904, no habría nada de eso. La tuvieron que reconstruir de nuevo, y al arquitecto encargado le gustaba el modernismo. En fin, que se comprueba una vez más que no hay mal que por bien no venga, y ahí está la bonita ciudad de Alesund.
Esta segunda foto es de Ny Alesund. Se ve un poco despoblado, pero es que Alesund tiene 40.000 habitantes y Ny Alesund sólo 120. Y es que vivir cerca del Polo Norte, donde en invierno hace un frío de bigote y el mar se congela, sólo se les ocurre a los científicos. Mis preferidos, por cierto, son los de la delegación china, que se negaron a inaugurar su chiringuito sin dos grandes leones esculpidos en piedra. Para ponerlos en la puerta, claro, como hacen en los restaurantes. La tradición ante todo. Por cierto, comparando las dos fotos, supongo que queda claro que entre ambas poblaciones hay bastante más que 8 diferencias.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Fiordos con lluvia, niebla y misterio


La lluvia y la niebla se postulan de entrada como el gran enemigo del viajero. Si la meteo anuncia lluvias, ya sabes que el día se complica. Cegado el paisaje, y complicada la posibilidad excursiones a pie (la mejor manera de conocer un país), todo parece irse al garete. En fin, un día perdido… Y, sin embargo, hay lugares a los que la lluvia y la niebla les sientan la mar de bien. Noruega, sin ir más lejos.

Navegar por un fiordo noruego, con la lluvia difuminando el paisaje y la niebla ocultándolo en parte, es en el fondo un placer. La cortina de agua, el juego de grises de la costa y la aparición de la niebla ayudan a acrecentar el misterio y a imaginar un mundo aparte en el que hasta es posible que existan trolls, elfos y otros seres ocultos.

Hace años que me gusta Noruega, pero hasta hoy no he descubierto que también me gusta bajo la lluvia y con niebla. Supongo que ayuda el hecho de que sólo cae una fina llovizna, y que hace unos minutos me ha parecido intuir la presencia de un elfo... Todavía no lo he visto, pero si continúa lloviendo no creo que tarde. O eso o agarro un buen resfriado. Pero todo tiene su premio: estoy seguro de que en cuanto ves un elfo te transformas en vikingo y estás a tan sólo un paso de que te den la nacionalidad noruega… O eso o te envían a una cura de desintoxicación.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Un hotel de 1891 (con fantasma incluido)

Apenas entro en el Hotel Union, en Øye, me doy cuenta de que el viaje por Noruega pasa a otro nivel: la dimensión desconocida, viaje en el tiempo… En fin, llamadle como queráis. Llueve y la niebla cubre la cima de la montaña, pero la puerta no chirría, como podría esperarse de un hotel de 1891 (¡hay que cuidar los detalles, hoteleros!). Desde el exterior, sin embargo, se adivina que el hotel tiene pedigrí añejo.

En el Hotel Union se han hospedado, desde su fundación, huéspedes ilustres que venían atraídos por la belleza de los fiordos, desde el Káiser Guillermo II hasta la Reina Guillermina de Holanda. Pero, realeza aparte, quienes más prestigio dan al hotel son los exploradores como Amundsen, los músicos como Grieg y los escritores como Karen Blixen o Arthur Conan Doyle. Por cierto, hablando del autor de Sherlock Holmes, dicen que hay un fantasma que merodea de noche por el hotel.

 Se diría que las habitaciones no han cambiado desde hace más de cien años. Camas con baldaquino, jofainas, cortinas de época, suelo de madera y, por supuesto, ni teléfono ni televisión. La fidelidad al siglo XIX tiene esos caprichos. Una camarera llamada Solveig fue la primera en hablarme del fantasma. Responde al nombre de Linda y, según parece, pertenece a una muchacha que trabajó años atrás en el hotel, donde se enamoró de un oficial del séquito del Káiser Guillermo II. Cegada por un amor imposible, ya que él estaba casado en Alemania y no podía obtener el divorcio, acabó lanzándose a las aguas de un río. Lo curioso de la historia es que él le había regalado un broche como prueba de amor, pero ella lo perdió al salvar una niña de morir ahogada. Lo buscó infructuosamente, pero nunca lo encontró. Sin embargo, cuando encontraron su cadáver junto al río… llevaba el broche en el pecho.
            No busquéis explicación. La lógica fantasmal discurre por otros derroteros. Volviendo al presente, diré que Linda no se manifestó aquella noche. Lástima. Bueno, por lo menos no supe verla, pero es que yo soy muy negado para esas cosas. Igual es como los elfos y los trolls, que aseguran que existen en Noruega pero no hay manera de echarles el ojo. Eso sí, al despertarme vi a un tipo que se parecía a Sherlock Holmes husmeando, lupa en mano, en la biblioteca del hotel. Cuando le pregunté qué estaba haciendo, me respondió: “Elemental, querido Watson”.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Geiranger, el fiordo 10

En el año 2006 la Unesco le puso al fiordo de Geiranger la etiqueta de Patrimonio de la Humanidad. “Bueno, ¿y qué?”, dirá alguien. Y tendrá razón, ya que la lista de lugares patrimonialies ha crecido tanto en los últimos años que llega un momento en que carece de sentido. Y, sin embargo, es evidente que Geiranger se merece todos los elogios, ya que sin duda quedaría en los puestos de cabeza en un hipotético concurso mundial de fiordos.


 Vayamos a las medidas: desde el pueblecito de Geiranger, agazapado al final del fiordo, hasta el mar hay 110 kilómetros. O sea: estamos ante un fiordo largo, larguísimo. Si le añadimos que en su último tramo está encajonado entre altos muros rocosos, aumenta la puntuación. Y si ahora le sumamos las bellas cascadas que lo adornan, en especial la de las Siete Hermanas, vamos para matrícula.
Geiranger es uno de esos lugares maravillosos en los que la naturaleza decide mostrarse a lo bestia, en formato king size, y en los que el hombre se siente muy poquita cosa. En la temporada alta, de mayo a septiembre, llegan a Geiranger 160 cruceros y 600.000 turistas. Un exceso. La mayoría se está sólo unas horas, lo justo para soltar unos cuantos "ohhs!" embelesados y cientos de fotos. Hace mal, ya que hospedarse en uno de los cinco hoteles del pueblo y subir hasta los 1.500 metros del Dalsnibba acrecentan la emoción. Y más ahora, en septiembre, cuando hay pocos turistas, la cima está nevada y desde la cumbre se divisa, allí abajo, muy abajo, como si fuera una maqueta, el inicio de este majestuoso fiordo.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Trollveggen, la pared de los trolls

Pues, sí, los trolls abundan en Noruega, aunque no se les vea y, por tanto, no paguen impuestos. Abundan y los miman para que se sientan a gusto. Si el otro día hablaba de la carretera de los trolls, esta entrada trata de la Pared de los Trolls. Se encuentra cerca de Andalsnes y de Molde y está considerada la pared de roca vertical más alta de Europa. Mide 1.100 metros desde la base hasta la cumbre y no es fácil de escalar. Un equipo noruego lo consiguió por primera vez en 1985, tan sólo un día antes que un equipo británico.


Caminamos en zigzag montaña arriba, bajo una fina lluvia y rodeados de niebla (lo que en Noruega se considera un tiempecillo agradable), hasta llegar a una especie de meseta que es un perfecto mirador de la Pared de los Trolls. Desde allí puedes verla, enfrente, con la cima cegada por la niebla, como un reto imposible, pero ya se sabe que los escaladores, conquistadores de lo inútil, no se arredran ante nada. Es más: cuando mayor es el reto más se motivan.

El ascenso a la meseta permite además la visión del idílico valle Romsdalen, una sinfonía de verdes que desemboca en un fiordo que parece escapado de las páginas de El Señor de los Anillos. Ésta es una de las gracias de Noruega, que siempre tienen montañas y fiordos a mano, lo que garantiza paisajes dramáticos, espectaculares. Y, por si faltara algo, también tienen unos cuantos trolls que dicen que acechan en la niebla. Feos, grandotes, narizotas e invisibles. Nadie puede verlos, pero están allí, dispuestos a completar la postal.