De vez en cuando
me escapó a Estocolmo, una de mis ciudades europeas preferidas. Me gusta
Estocolmo desde mis años de estudiante, cuando fui allí a trabajar en lo que
fuera para reunir dinero para pasar el invierno. Trabajé de lavaplatos en varios
hoteles y envasando pepinillos compulsivamente en una granja próxima a la
capital sueca.
Tengo buenos
recuerdos de aquel tiempo: luz del norte, amores de verano, amigos reunidos
sobre la marcha, viajes en autostop… Será por eso que cada vez que viajo a
Estocolmo me siento como en casa. Ahora ha vuelto a suceder: Estocolmo es de
esas ciudades en las que no necesito mapas, por la que puedo vagar horas y
horas sin miedo a perderme.
De entre las
novedades de este nuevo viaje a Estocolmo detecto el aumento del turismo y la
fiebre del ABBA Museum. Se inauguró hace poco más de un año y ya se ha
convertido en uno de los lugares más visitados de la capital sueca. Canciones
como Mamma Mia!, Dancing Queen, Chiquitita,
Waterloo, Fernando y muchas otras siguen teniendo gancho… Aunque yo prefiero mi Estocolmo de siempre, el de Gamla Stan, Sergels Torg,
Sturegatan, el teatro Dramaten, los parques, el mar y el barrio bohemio de Södermalm.