No es fácil convencer
a los chinos de que estás capacitado para conducir en su país. Conseguir el
permiso oficial es algo así como misión imposible, aunque con mucha paciencia,
y con la inestimable ayuda de nuestra amiga china, Gao, al final lo logramos. Fueron
tres días de trámites en Urumqi, la capital de la provincia de Zinjiang, pero
mereció la pena cuando por fin nos dieron el anhelado permiso.
Nos habían dicho
en España que bastaba con presentar el Permiso de Conducir Internacional,
rellenar formularios y llevar fotos tamaño carnet, pero no. La primera sorpresa
llegó cuando en la Jefatura
de Tránsito de Urumqi nos dijeron que teníamos que dirigirnos a un centro
situado a 14 kilómetros del centro, allí donde los principiantes se examinan de
conducir. Una vez allí, después de consultar en varias ventanillas (siempre con
la ayuda de Gao), nos dijeron que el Permiso Internacional no lo necesitaban
para nada. Lo que querían era una traducción jurada del Permiso de Conducir de
España, unas cuantas fotos, pasar un examen médico en un edificio contiguo y…
examinarnos de conducir en chino.
Poco a poco
fuimos saliendo del atolladero. En Urumqi conseguimos una traducción jurada y el
examen médico consistió en una doctora china que sostenía en la mano un
bolígrafo rojo y preguntaba en inglés de qué color era. Tras la respuesta, “red”, firmaba que habíamos superado el
examen médico.
Lo más difícil fue el examen de conducir. Una señora de aspecto severo
nos preguntó el significado de varias señales y respondimos en castellano,
mientras Gao traducía al chino. Al cabo de 5 minutos, la señora nos dio el
aprobado, pero añadió que teníamos que esperar media hora, ya que era el tiempo
normal para un examen. “Si volvéis antes al otro edificio, se extrañarán y
pueden invalidar el examen”, dijo.
Nos quedamos, pues, en el aula de
examen, rodeados de pupitres y curioseando carteles didácticos. Pasada media hora,
volvimos al edificio principal, donde fuimos abroncados por el funcionario.
“¡Habéis tardado media hora para un examen que se hace en cinco minutos!”, nos
dijo. En fin, líos de la burocracia. No hay quien los entienda.
Lo “divertido” vino al final, cuando con todos los papeles ya en regla,
procedieron a imprimir el permiso de conducir chino para un mes. Eran las 6 de
la tarde, hora de cierre, pero dos funcionarios se quedaron para imprimirlo.
Pasaba el tiempo, sin embargo, y nada. Al final supimos la causa: la impresora
no funcionaba. “Tendréis que regresar mañana”, nos dijo el funcionario. “A ver
si el técnico la arregla”.
Al día siguiente, sin embargo, la
impresora seguía sin funcionar. La solución llegó al cabo de una hora:
“Tendréis que ir a la
Jefatura de Urumqi y que el director general os firme un
papel conforme habéis pasado el examen”.
Volvimos a Urumqi, pues, donde tras
dos horas de espera el director tuvo a bien firmar el papel requerido, en el
que nos autorizaba a conducir durante un mes por la provincia de Xinjiang. Era
una hoja discreta, pero en los numerosos controles de Xinjiang los policías se
cuadraban en cuanto la veían y nos franqueaban el paso. Mano de santo, de santo
chino, por supuesto.