viernes, 28 de noviembre de 2014

Excelencia de la comida en Dali (Yunnan)



La ciudad de Dali, situada a unos 300 kilómetros de Kunming, la capital de Yunnan, es una meca turística desde hace años. Los viajeros independientes solían ir allí, con la mochila a la espalda, en busca de lo auténtico, pero en los últimos años el turismo ha aumentado a niveles increíbles. Sea como sea, a pesar de las multitudes, Dali sigue siendo una ciudad bonita, con hoteles con encanto (como el Fairlyland), ambiente tranquilo, un mercado lleno de colorido y restaurantes que muestran en la calle la excelencia de sus productos. Nota: en Yunnan se come de maravilla.
Aviso: hay dos Dalis, la nueva y la antigua. La antigua data de la dinastía Qing, del siglo XVII, y tiene calles empedradas con preciosas casas bajas. La nueva es una acumulación de edificios clónicos modernos, con unos cuantos rascacielos y hasta una reproducción de la torre Eiffel. Hay que evitar la última, por supuesto. 
La ubicación de Dali es ideal: al pie de los montes Cangshan, de más de 3.000 metros, y cerca del lago Erhai. El agua que baja de las montañas se canaliza por el centro, lo que le añade un encanto suplementario. En Dali, por cierto, domina la minoría bai y, en las afueras, las tres pagodas concentran multitudes turísticas, aunque yo prefiero pasear por las tranquilas calles de Dali, incluso cuando llueve.


lunes, 24 de noviembre de 2014

Te y caligrafía



Hay dos cosas en las que la provincia china de Yunnan roza la excelencia: el te y la caligrafía. El mejor te es el de pu’er, de color negro y fermentado. Suele venderse compactado en grandes discos que se acumulan en tiendas tan selectas que a veces se confunden con joyerías. 
En cuanto a la caligrafía, es un hecho que ser calígrafo en China es gozar de un estatus muy especial. No se trata sólo de escribir, si no de trazar los caracteres con arte. Cuando ves un maestro en acción, como es el caso de He Wenhua, compruebas que de la escritura a lo sublime hay un trecho muy corto. 
He Wenhua, nacido en 1934 y distinguido con muchos honores, mueve el pincel mojado en tinta negra con una agilidad de genio de la pintura. En unos minutos puede hacer un gran cartel en el que, diga lo que diga, la poesía salta a la vista. Sólo por ver cómo escribe merece la pena haber ido a Jianshui.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Una boda y cuatro funerales... en China



En los viajes el azar también juega. Sucedió, por ejemplo, en el pueblo de Tuanshan, donde coincidí con una boda. El pueblo, muy bien conservado, es ya de por sí una maravilla, pero me sorprendía ver las calles tan vacías. Cuando llegué al lugar dónde se celebraba la boda, supe a qué se debía: todo el mundo estaba allí, comiendo y bebiendo, celebrando el enlace de una joven pareja.
Tuanshan tiene la particularidad de que está habitada desde el siglo XIV, casi en su totalidad, por una única familia, los Zhang. Son cosas que suceden en la China. Todos están emparentados, por lo que en la boda hay que invitar a todo el pueblo. 
Los azares del viaje quisieron que en otro bello pueblo de la provincia de Yunnan, Weishan, me encontrara nada menos que con cuatro funerales. Fue como en la famosa película, pero al revés: en vez de Cuatro bodas y un funeral, Cuatro funerales y una boda. Lo que más me sorprendió de los funerales fue la belleza de las coronas de flores y que casi todos los asistentes a la comitiva regalaban lo mismo a la familia del difunto: una manta de abrigo bien envuelta en su funda de plástico. En fin, cosas de la China.

sábado, 15 de noviembre de 2014

El bellísimo Puente de los Dos Dragones



Dos ríos se cruzan cerca de la ciudad china de Jianshui, zigzagueando como lo harían dos dragones inquietos. Justo allí se levanta un maravilloso puente que recibe el poético nombre de Puente de los Dos Dragones. Al atardecer, cuando lo envuelve la luz cálida, su belleza resulta hipnotizante.
Cuando se construyó el puente en el siglo XVIII, durante la dinastía Qing, sólo tenía tres arcos, pero se fue ampliando con los años hasta alcanzar los 148 metros de largo y los diecisiete arcos que tiene hoy.  
En Jianshui, la espaciosa y armónica casa de la familia Zhu se ofrecen como contrapunto del bello puente. Para rematar el día, nada mejor que comer los fideos locales, que reciben el nombre de fideos al otro lado del puente. Cuentan que una mujer los preparaba para su marido, que estudiaba al otro lado del puente. Para que no se enfriaran, llevaba el caldo en un termo y los ingredientes aparte. Al cruzar el puente, echaba los ingredientes al caldo y así la sopa llegaba caliente al marido. La receta es sencilla, pero deliciosa.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Las "discretas" pipas de Yunnan



Es imposible que la dimensión de las pipas de Yunnan pase desapercibida. Cuando las ves, te asombran tanto la longitud, que puede variar del medio metro al metro, como el diámetro, de entre diez y veinte centímetros. Sus propietarios suelen fumarlas agachados, muy concentrados, mientras borbotea el agua en el interior del largo tubo.
Paseando por Jianshui, una de las bellas ciudades de Yunnan, es fácil encontrarse con orgullosos propietarios de pipas que las exhiben como si fueran tótems. En una tienda cercana a la antigua puerta de la ciudad, los distintos modelos de pipa se alinean mostrando las múltiples posibilidades del artefacto. 
Dicen en la provincia de Yunnan que el largo tubo purifica el humo y contribuye a eliminar los elementos cancerígenos del tabaco. Si esto último es cierto, ya nos podemos ir preparando para una invasión de estas discretas pipas por aquí.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Desde las terrazas de arroz de Yuanyang



En los viajes largos se producen a veces momentos de epifanía. Son instantes de iluminación en los que descubres que el mundo es mucho más bello de lo que recordabas. Tras un largo viaje que me lleva a la ciudad china de Kunming, en la lejana provincia de Yunnan, y unas cuantas horas de carretera, contemplo extasiado las terrazas de arroz, inundadas de agua, de las montañas de Yuanyang. Todo está en su sitio: se diría que las montañas están hechas de agua, que han sido domesticadas, y que las curvas de las terrazas encajan con las curvas de nivel para levantar una gran maqueta de corcho en la que nada está fuera de lugar.
Los reflejos del agua se acentúan al amanecer, cuando el primer sol arranca destellos y colores insospechados. Estoy en el pueblo de Duoyishu, en la guesthouse de Jacky, desde cuya terraza se disfrutan unas vistas que parecen de otro mundo. El preciso dibujo de las terrazas, los tallos de arroz, el espejo del agua. Todo parece sumar para revestir el paisaje de una belleza sublime. 
A no mucha distancia se encuentra la frontera de Vietnam, con las terrazas de arroz de Sapa. Las admiré hace unos años hasta llegar a la emoción. Ahora, en Yuanyang, tengo la sensación de que este nuevo viaje enlaza con el viaje a Vietnam del pasado y, de hecho, con todos los viajes en los que he sentido que estalla la gran belleza del mundo.