La ciudad de
Dali, situada a unos 300 kilómetros de Kunming, la capital de Yunnan, es una
meca turística desde hace años. Los viajeros independientes solían ir allí, con
la mochila a la espalda, en busca de lo auténtico, pero en los últimos años el
turismo ha aumentado a niveles increíbles. Sea como sea, a pesar de las
multitudes, Dali sigue siendo una ciudad bonita, con hoteles con encanto (como
el Fairlyland), ambiente tranquilo, un mercado lleno de colorido y restaurantes que muestran en la calle la
excelencia de sus productos. Nota: en Yunnan se come de maravilla.
Aviso: hay dos
Dalis, la nueva y la antigua. La antigua data de la dinastía Qing, del siglo
XVII, y tiene calles empedradas con preciosas casas bajas. La nueva es una
acumulación de edificios clónicos modernos, con unos cuantos rascacielos y
hasta una reproducción de la torre Eiffel. Hay que evitar la última, por
supuesto.
La ubicación de
Dali es ideal: al pie de los montes Cangshan, de más de 3.000 metros, y cerca
del lago Erhai. El agua que baja de las montañas se canaliza por el centro, lo
que le añade un encanto suplementario. En Dali, por cierto, domina la minoría
bai y, en las afueras, las tres pagodas concentran multitudes turísticas,
aunque yo prefiero pasear por las tranquilas calles de Dali, incluso cuando
llueve.