jueves, 11 de septiembre de 2014

La Costa de los Esqueletos de Namibia



Cambio de continente: regreso a mi querida África. Un largo viaje en avión, con varias escalas en las que el tiempo se diluye, me deja en Windhoek, la capital de Namibia, desde donde viajo en coche hasta Swakopmund. Llego de noche, pero con la mente suficientemente abierta para ver que Namibia es un país que funciona con eficacia alemana. Es una África distinta, pero es, al fin y al cabo, África. Al día siguiente, la visión de las dunas en la carretera de Walvis Bay me lo confirma, y aún más el largo viaje hacia el norte.
 Desde que vi el nombre en el mapa tuve claro que quería ir a la Costa de los Esqueletos. El camino hacia el norte desde Swakopmund avanza hacia la desolación, con el desierto a un lado y el mar bravío al otro. Apenas si hay pueblos y me cruzo con muy pocos coches. Es un avanzar hacia lo inhóspito, hacia el no man’s land, quizás hacia la nada, pero siempre me han atraído los lugares límite.
Costa de los esqueletos... Así la llamaron los navegantes portugueses por sus corrientes traidoras, sus densas nieblas y el desierto que acogía a los náufragos. No había esperanza. Hoy todavía lo atestiguan los restos de los restos de barcos que jalonan esta costa, como el Zeila, un pesquero que embarrancó cerca de Henties Bay y que es ahora uno de los objetivos preferidos de los viajeros para ilustrar el dramatismo de esta Costa de los Esqueletos.

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