El viaje de
Manila a Banaue son diez horas de carretera, con algunos atascos de por medio y circulación poco fluida. Por el camino, muchos arrozales, muchos triciclos
y algunos pueblos que se alargan siguiendo la carretera. Se hace largo, pero a
la llegada a Banaue, cuando estalla el verde de las terrazas de arroz
escalonadas en la montaña, todo se da por bien invertido.
El Hotel Banaue
and Youth Hostel es una buena base para visitar las antiguas terrazas de arroz.
A bordo de un jeepney, y por caminos en
general en buen estado, vale la pena acercarse a Batad. El último tramo se hace
a pie, pero es mejor, ya que permite mantener hasta el final el suspense de una
vista perfecta. Desde allí, las terrazas de arroz parecen haber alcanzado la
perfección.
En Hapao,
también cerca de Banaue, el valle es más ancho y las terrazas de arroz se
presentan de modo más armónico, sin tanta pendiente. Contemplarlas bajo la
lluvia, cuando el agua desborda las canalizaciones, es una auténtica gozada.
Definitivamente, merece la pena visitar Banaue, a los que algunos llaman “la
octava maravilla del mundo”.
Dan ganas de ir a verlo de cerca. Me parecen algo grandioso. Un abrazo Primitivo
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