Dwarka, a
orillas del mar de Arabia, es una ciudad santa para los hindús. Su nombre
significa en sánscrito “puerta del cielo” y se cuenta que en ella vivió, hace
miles de años, el dios Krishna. En ella se encuentra el templo de Dwarkadhisha,
fundado, según dicen, hace 2.500 años. El templo es impresionante, pero no
dejan hacer fotos. Antes de entrar hay que dejar cámaras y móviles en una
mínima taquilla.
Es una pena que
no puedan hacerse fotos, pero me quedo con el recuerdo de los rituales: el
fervor encendido de los hindús, la devoción, las plegarias, las ofrendas… Al
anochecer hay un vibrante ritual en el que se agolpan cientos de peregrinos.
Cuando sale un monje con una lámpara encendida, lo asaltan literalmente para
pasar la mano por la llama y llevársela a continuación a la cabeza.
Hay muchos
templos en Dwarka, entre ellos el de Nagheswar Mandir, dedicado al dios Shiva.
Donde más puede vivirse la fe de los hindús, sin embargo, es en la
desembocadura del río Gomti, donde se descalzan para sumergirse en sus aguas
sagradas. Dicen que bajo el mar se encuentra la ciudad de Krishna, fundada,
como suele suceder en la India,
hace miles de años.
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