Llega un momento, viajando por la India, en que dejas de fijarte en las vacas. Van sueltas por medio de la calle, por los mercados, por los autopistas... Van a la suya. Incluso vi a una que comía restos de cajas de cartón junto a una tienda. Allá ellas, piensas. De todos modos, cuando vas en un rickshaw y te sorprende un atasco en el que también participa una vaca empiezas a pensar que lo de dejar sueltas las vacas por la calle muy normal no es.
Esta vaca, por ejemplo, en la ciudad de Ahmedabad, iba abriéndose paso como podía entre los rickshaws. No se la ve muy estressada, la verdad, pero me hizo pensar en el Haddock de Tintín en el Tíbet, cuando le da por saltar sobre una vaca para salir de un impasse y se encuentra cabalgando sobre ella por las calles de Nueva Delhi. En fin, que Tintín siempre te da lecciones viajeras.
Ahmedabad, vacas al margen, es una ciudad agradable en su parte vieja, con mezquitas antiquísimas y unas calles que son como un gran mercado esparcido por toda la ciudad. Con muchas vacas, eso sí.
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