Lo que me gusta de Nicaragua es tanto el ambiente tropical, como la amabilidad de sus gentes y los colores que estallan vibrantes ante la mirada del viajero. Circulando por la carretera, aparte de los volcanes que se divisan en la lejanía y de un lago que siempre queda cerca, sorprende la aparición de murales llenos de color que tratan de expresar la vida de los nicas, esa gente que ha sufrido los desmanes de huracanes, volcanes, terremotos e inundaciones pero que se esfuerza siempre en mirar con optimismo el futuro.
Cuando te detienes en una ciudad como Granada, no puedes menos que admirar el estilo colonial de sus casas y, de nuevo, unos colores que proclaman alegría. La catedral, que destaca entre los tejados antiguos de Granada, corona esta ciudad que, por desgracia, se ha vuelto en los últimos años "demasiado" turística.
Por suerte, basta con alejarse unas pocas cuadras del centro para reencontrar el pulso de una ciudad que ejerce de corazón turístico de Nicaragua.
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