Lo más famoso de la apacible ciudad de Paro es probablemente el aeropuerto, ya que por él entran
y salen los miles de turistas que llegan cada año a este país del Himalaya obsesionados
con la felicidad. Pero Paro es mucho más. Es, por ejemplo, su calle principal,
con casas bajas de arquitectura tradicional, o es el majestuoso dzong (mitad
monasterio, mitad centro de gobierno) que la preside. Data del siglo XV y el
río que fluye enfrente y las montañas nevadas del fondo le otorgan un aire majestuoso.
Bernardo
Bertolucci filmó en este dzong una parte de su película El pequeño Buda. No es extraño que eligiera este lugar, ya que
apenas cruzas el umbral del monasterio te sientes transportado a tiempos
medievales y sientes que te envuelve una sensación de paz.
Llueve cuando
visito el dzong, pero incluso bajo la lluvia siento la fuerza que desprende el monasterio. Para redondear la felicidad, un monje me vende un amuleto que, según
dice, me permitirá salvar ochenta mil obstáculos. Tropiezo en un escalón al
salir del dzong, pero sonrío y pienso que no pasa nada: todavía puedo superar
79.999 obstáculos. Así es más fácil ser feliz.
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