domingo, 7 de diciembre de 2014

El puente, la plaza, el mercado y la calma de Shaxi



A la entrada de Shaxi hay un monumento con caballos y arrieros que recuerdan que la riqueza de la población viene de la antigua Ruta del Te, que unía Yunnan con el Tíbet, por caminos de herradura, para comerciar con el famoso te que se cultiva en esta región. Alrededor de Shaxi, sin embargo, no hay campos de te; sólo un precioso valle lleno de arrozales y un río de aguas tranquilas. En el río hay un bello puente que se diría que está para inspirar a pintores paisajistas. Constable, por ejemplo.
 Shaxi es una población preciosa, aunque la nueva autopista hace que cada día reciba más turistas. Tiene una hermosa plaza con un viejo teatro, casas bajas tradicionales que albergan agradables pensiones, callejones escoltados por canales de riego y un gran mercado, los viernes, en el que los campesinos de las montañas, ataviados con ropas de colores vivos, venden verduras, frutas, setas, fideos, tofu, especias y lo que haga falta.
Cuando uno se cansa del mercado, puede perderse por unos callejones que respiran una calma de otro tiempo. No sé por qué, pero mientras paseo por Shaxi me acuerdo, por contraste, en las multitudes de Hong Kong o Shanghai. Nada que ver, por supuesto. Aquí reina una calma de otros siglos, una calma que, vistos los tiempos que corren, vale su peso en oro. Quizás por eso muy cerca de Shaxi se encuentra un lugar ideal para la meditación, Shibao Shan, una montaña en la que los templos budistas se funden con la naturaleza.

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