Abidján es una
gran ciudad típicamente africana, difícil de entender a primera vista, a
caballo entre el mar y la laguna. Sea como sea, lo que más me llama la atención
es la cantidad de gente que acude a lavar la ropa a orillas del riachuelo
Banco. Para secar la colada, no problem:
lo mejor es tenderla con esmero sobre la hierba y los arbustos.
Abidjan tiene un
puerto enorme y viven en ella entre tres y cinco millones de habitantes, aunque
hay quien eleva la cifra a siete. Ya lo dije en una entrada anterior: el censo
no es punto fuerte de Costa de Marfil.
Para apreciar el
contraste entre la modernidad a la europea del centro y el caos de los
suburbios, nada mejor que coger primero un taxi, con atasco garantizado, y
gozar después de una plácida navegación por la laguna. De noche, por cierto, es
obligado ir a una discoteca; allí el coupé
decalé y el bailoteo frente a los espejos dan siempre mucho juego.
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