Fue muy astuto Erik el Rojo cuando en el siglo XI descubrió, huyendo como fugitivo de Islandia, la isla de Groenlandia y le puso el nombre que le puso: el País Verde. Fue una buena campaña de promoción, para atraer a posible colonos (el verde siempre atrae más que el hielo, claro), pero el hecho es que sólo la costa de Groenlandia es habitable. Un 83% de la isla está cubierto por un gran campo de hielo de unos 2.500 kilómetros de largo por 1.100 de ancho. Es el país del hielo, una enormidad fría y distante, como puede verse desde el avión, poco antes de aterrizar en Kangelussuaq.
Hielo y más hielo, en una visión que parece por momentos la de un infierno helado que te hace valorar mucho más las aventuras de los pioneros que lo atravesaron mientras iban en busca de coronar el Polo Norte, como Nansen, Amundsen e incluso el controvertido Peary.
Cuando el avión desciende para aterrizar, el hielo muestra sus cicatrices, sus arrugas, grietas, los ríos improvisados que forma el agua glaciar.
Es una primera visión de Groenlandia, de una isla mágica que te tienta con su enormidad de hielo, pero que también ofrece una costa habitable, sobre todo en la parte oeste, tal como se ve desde el avión a punto ya de aterrizar en Kangerlussuaq.
De repente, el hielo muere y deja paso a las rocas, a una estrecha franja de tierra en la que viven los 56.000 groenlandeses, una pequeña cifra para una gran isla de más de dos millones de kilómetros cuadrados, lo que cuadriplica la superficie de España. La aventura de Groenlandia está a punto, empieza un nuevo viaje al Gran Norte.
Este verano surgió la oportunidad de ir a Groenlandia desde Islandia, pero habría supuesto restar tiempo a los volcanes y campos de lava para apenas 24h en tan enorme isla. Al final decidimos dejar Groenlandia para otro viaje apasionante... ¡así que tomaré nota!
ResponderEliminarPor cierto, Islandia es un arrebato, un desafío a los paisajes cotidianos, otro mundo en muchos aspectos.