- Desde que he llegado a Malta que no paro de tararear "Malta, my dear", con la musiquilla de "Martha, my dear" de los Beatles. No sé, será cosa del subconsciente, o de la asociación facilona de palabras. En cualquier caso, Malta me gusta. Mejor dicho, me gusta la isla contigua de Gozo, donde hay un ambiente rural y todo es mucho más reposado. Me gusta pasear por la isla e ir descubriendo sus castillos y sus descomunales iglesias, que parecen fuera de registro, como la de Rabat, rebaurtizada como Victoria por los británicos.
También me gusta ir siguiendo la costa y encontrar playas maravillosas, como la de Ramla Bay o la de las salinas de Qbaijjar Bay.
O ver los acantilados coronados por fortalezas de vigilancia, como la construida por el catalán Nicolau Cotoner, que fue gran maestre de la Orden de Malta siglos atrás.
Me gusta esta mezcla de lugar de vacaciones puramente mediterráneas, muy en contacto con un mar bellísimo, y de una historia marcada por los caballeros de Malta, que se instalaron en la isla en el siglo XVI y decidieron convertirla en una fortaleza frente al asedio de los piratas y de la flota turca. Y también me gustan, claro, esos carteles que firma el Ministerio de Gozo, el gobierno autónomo de esta pequeña isla. En cuanto los veo, pienso que es como si los firmara un Ministerio del Placer, toda una garantía de felicidad. Oh, Malta, my dear...
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