Beber sake caliente es algo que sucede a menudo en Tokio. Y tengo que decir de entrada que el sake no sólo entra bien, si no que le aporta un punto exótico al ritual del beber. Los japoneses suelen beber sake mientras comen, pero yo prefiero beberlo al final, a la europea. Me gusta el sake, sí, sobre todo cuando lo bebo en Japón. En casa el entorno no ayuda. Me gusta también ver como el sake está presente en los monasterios y en los santuarios.
En el santuario Meiji, por ejemplo, en el corazón de Tokio, te encuentras con barriles amontonados de sake que proceden de las donaciones de los fieles. El sake es, en este sentido, también una bebida ritual, muy adecuada para las ceremonias y los festivales que hay a menudo en los santuarios. En Meiji puedes ver los barriles y, unos metros más adelante, un sacerdote sintoísta meditando. Es la conciliación del ritual.
Los elaboradores de sake, bebida alcóholica hecha a base de arroz fermentado, suelen enviar barriles a los santuarios como prueba de devoción. Esto se nota en Meiji, donde los montones de barriles (vacíos, por cierto, para evitar tentaciones) muestran que muchos de los 1.800 fabricantes de sake que hay en Japón tienen en cuenta al santuario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario