Pues, nada, que
me voy para Mongolia. Estuve a punto de
viajar allí un par de veces, pero a última hora ocurrió algo inesperado que
me obligó a cancelar el viaje. Pero, se acabó; por lo menos eso espero. Cruzo
los dedos hasta romperme las falanges porque mañana tengo que coger un vuelo
para allá. Confío en despertarme en Ulan Bator, con la estepa a un paso y la vida
nómada al alcance. Antes de partir, he hecho lo de siempre: estudiar un mapa que, aunque al principio era sólo un pedazo de papel, se ha
transformado en algo cálido a medida que he ido situando en él los lugares que
visitaré.
Vamos a los
datos: Mongolia tiene una superficie de 1.564.000 kilómetros cuadrados, tres
veces la superficie de España. El número de habitantes es 2.800.000, a los que
hay que añadir 3.000.000 de caballos y centenares de miles de camellos. Un 45%
de la población humana vive en Ulan Bator, la capital; un 30% son nómadas que
se reparten con los caballos, las cabras y los camellos la estepa y el desierto.
Su bandera consta de tres franjas verticales: azul en el centro y rojas a ambos
lados. A la izquierda se ve el símbolo Soyombo, un ideograma que se asocia con
el fuego y el éxito.
Antes de
marchar, he vuelto a mirar Historia
del camello que llora (2003), una película de Byambasuren Davaa. Es
una buena introducción a Mongolia, a la estepa, a los nómadas y a una vida dura
que no cesa. Para leer en el avión me llevo un libro, Canadá, de Richard Ford, y el último número de la revista Mongolia. Ya sé que Canadá induce al despiste geográfico, pero me está gustando. En
cuanto a la revista, por supuesto que no tiene nada que ver con este lejano país, pero por lo
menos me echaré unas risas con su humor a toda prueba. Aquí y en Mongolia.
Hace unos años leí "Bajo un cielo azul cobalto", de Louisa Waugh, que en solo unos días me inoculó, para el resto de mi vida, el gusanillo de las estepas y las yurtas. Ojalá algún día pueda ir, pero de momento me contentaré con leerte.
ResponderEliminar¡Buen viaje!
Leí el libro de Louisa Waugh, pero me temo que mi viaje a Mongolia será mucho más discreto. Recuerdo que ella estuvo dando clases de inglés en un lugar remoto, lo que le permitió vivir con los mongoles y escuchar miles de anécdotas. Repito: lo mío será menos intenso.
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