Cada día que pasa pienso a ver si tendrán razón los habitantes de Bután cuando dicen que ellos tienen el copyright de la felicidad. Cuando paseas por el valle de Punakha, entre campos de arroz, templos, monasterios y gente que sonríe, te invade la sensación de que aquí son felices. Quizás porque no tuvieron televisión hasta 1999, o por aquello de la Felicidad Nacional Bruta. De vez en cuando, te sorprende descubrir una casa con un gran falo dibujado en la fachada. Lo hacen, dicen, porque trae buena suerte. Igual es que, en vez de la felicidad, lo que cuenta es la "falicidad".
Perderse en el
pequeño mercado de Punakha es agradable, aunque lo que más abunda por allí es el arroz
y las verduras, sobre todo el bicho, que es la base de la cocina de Bután. El
plato estrella son los bichos con queso, como para salir echando fuego por la boca, como los dragones que inspiran a ese país.
En el mercado
también puedes encontrar paradas con objetos budistas, otro de los temas
centrales del país. Banderolas con mantras, campanillas, trompetas, incienso y
todo lo que haga falta para conseguir una felicidad made in Bután que tiene
intrigado a todo el mundo. Para conocer el secreto no hay otra: tienes que viajar a este pequeño país perdido en las montañas del Himalaya que parece tener el secreto de la felicidad. O quizás sea el de la "falicidad".
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