Cuando se cae un viaje previsto desde hace semanas, o quizás meses, no puedo evitar que me invada la frustración y la rabia, y hasta un cabreo sin fin. Confieso, sin embargo, que en esta ocasión he sentido más bien alivio, quizás porque el destino era nada menos que... Iraq!. Tenía previsto viajar allí este martes. No fue fácil obtener el visado, pero me lo dieron por fin hace pocos días.
Con el visado estampado en el pasaporte, parecía que lo más difícil ya estaba hecho, pero empezaron a llegar malas noticias de Iraq: el rápido avance de los yihadistas sunitas, escenas de guerra y crueldad, la escasa reacción de un Gobierno en crisis, un ejército en desbandada... El viaje, sin embargo, se mantuvo, por lo menos hasta unas horas antes de volar allí.
A última hora llegó la cancelación: dado que los controles de carretera ya no estaban en manos de la policía, si no de civiles armados, nadie podía garantizarnos la seguridad. Así, pues: se suspende el viaje hasta que vengan tiempos más propicios. Queda, como decía, una sensación de alivio... pero no ceso de repetirme una pregunta: "¿Qué hubiera pasado si...?". Y es que los viajes que no se concretan siempre dejan muchas incógnitas en el aire. Espero, en cualquier caso, que la guerra cese pronto y que Iraq pueda crecer en paz, sin guerras, sin fanatismos y sin crueldades.
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