De entre todos
los templos del recinto de Angkor, el más impresionante es el que lleva el
nombre de Angkor Wat. Impresiona por su antigüedad (siglo XII), por sus enormes
dimensiones y por la voluntad de reproducir el mundo, con torres en forma de
piña que representan las montañas y un lago que simboliza el mar. A pesar de
las multitudes, Angkor Wat, el símbolo de Camboya, sobrecoge.
Los tres
recintos rectangulares concéntricos, a diferentes alturas, semejan un laberinto
en el que se esconden estatuas doradas y tesoros como los bajorrelieves, que
merece la pena estudiar al detalle. Basados en el Mahabharata y el Ramayana,
sorprenden por sus numerosos personajes, en especial los dioses y las apsaras, o bailarinas celestiales.
Monjes budistas
de distintos países peregrinan a Angkor Wat en busca de la perfección.
Una vez allí, oran, admiran y meditan, aunque en determinados momentos, sin que
puedan evitarlo, les sale la vena turista.
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