En los viajes el
azar también juega. Sucedió, por ejemplo, en el pueblo de Tuanshan, donde
coincidí con una boda. El pueblo, muy bien conservado, es ya de por sí una
maravilla, pero me sorprendía ver las calles tan vacías. Cuando llegué al lugar
dónde se celebraba la boda, supe a qué se debía: todo el mundo estaba allí,
comiendo y bebiendo, celebrando el enlace de una joven pareja.
Tuanshan tiene
la particularidad de que está habitada desde el siglo XIV, casi en su
totalidad, por una única familia, los Zhang. Son cosas que suceden en la China. Todos están
emparentados, por lo que en la boda hay que invitar a todo el pueblo.
Los azares del
viaje quisieron que en otro bello pueblo de la provincia de Yunnan, Weishan, me
encontrara nada menos que con cuatro funerales. Fue como en la famosa película,
pero al revés: en vez de Cuatro bodas y
un funeral, Cuatro funerales y una
boda. Lo que más me sorprendió de los funerales fue la belleza de las
coronas de flores y que casi todos los asistentes a la comitiva regalaban lo mismo a la
familia del difunto: una manta de abrigo bien envuelta en su funda de plástico.
En fin, cosas de la China.
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