domingo, 24 de enero de 2016

Cenando a orillas del Mekong



Los grandes ríos siempre me atraen, y más aún si tienen un hálito literario, como es el caso del Mekong. Navegué por él años atrás, hasta la bella ciudad de Luang Prabang, en Laos, o al espacioso delta, en Vietnam. En esta ocasión me conformo con cenar en uno de los chiringuitos que se montan junto al río en Chiang Saen, en Tailandia. Mantel en el suelo, comida buena y barata y una luz que viste el río de plata y se resiste a retirarse.
En el puerto de Chiang Saen hay barcazas que transportan mercancías a la China. Un poco más al este, desde Chiang Khong, puedes navegar río abajo, hasta Luang Prabang. No muy lejos se encuentra el lugar donde coinciden las fronteras de Tailandia, Birmania y Laos. La tentación de ir más allá siempre está presente. 
De todos modos, se está tan bien cenando junto al Mekong que la tentación puede aplazarse. Lo que toca hoy es disfrutar del momento y sumergirse en la literatura que desprende este río mítico de 4.350 kilómetros que nace en el Himalaya y desemboca en el Mar de la China Meridional.
Duermo en una pensión cerca del río y me asaltan exóticos sueños que parecen salidos de las novelas de Joseph Conrad. Mekong, por cierto, significa “la madre del agua”, un bonito nombre.

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