La copra, la dichosa copra. Me había encontrado con esa palabra en novelas ambientadas en los Mares del Sur. Incluso la había visto en películas filmadas en espectacular Cinemascope que exhibían la belleza de aquellas islas a las que tanto deseaba viajar. Allí se hablaba del gran negocio de la copra. Pero, claro, para un mediterráneo como yo la copra era algo totalmente ajeno. Hasta que llegue a los Mares del Sur y vi las grandes plantaciones de cocoteros que ayudan a revestir aquellas islas con un manto de paraíso. Me pasó en la bella Nuku Hiva, por ejemplo, en las Islas Marquesas, donde saqué esta foto.
Me cautivaron aquellos paisajes tapizados de verde, aquella sensación de lugar único. De paraíso, ¿por qué no decirlo? En Nuku Hiva me encontré muy a gusto, tanto por los maravillosos paisajes como por la simpatía de sus gentes. Y fue allí donde, por fin, entré en contacto con la copra y con la gente que vive de ella. Allí aprendí que la copra es la pulpa seca del coco y que se obtiene rompiendo el coco, despedazando la pulpa y poníendola a secar en la misma plantación.
A partir de la copra, rayándola e hirviéndola en agua, se obtiene el aceite de coco, que en el siglo XIX, en tiempos de aventureros, se cotizaba muchísimo en los Mares del Sur. Se sigue cotizando, pero ahora el aceite se suele obtener en grandes factorías. En Nuku Hiva, sin embargo, aún quedan granjeros que obtienen la copra poniendo a secar la pulpa al sol. Así reviven el espíritu de los viejos tiempos, de las novelas y de las películas de antes.
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