Ahora que el
Paul Gauguin de Tahití protagoniza una exposición estelar en el Museu Thyssen de
Madrid me acuerdo de cuando, no hace tantos años, visité su tumba en Hiva Oa,
en las islas Marquesas. Me sorprendió ver cómo la cuidan los marqueses (¿se llaman
así los nativos de las Marquesas?) y hasta qué punto recuerdan las peripecias
de este pintor que murió en 1903, hace ya más de cien años. Es lo que tiene convertirse en leyenda.
Gauguin fue un
entusiasta de los Mares del Sur, como lo fueron los primeros exploradores que
avistaron esas islas paradisíacas y escritores de la talla de Herman Melville y Robert
Louis Stevenson. Algo tendrá la Polinesia que despierta las ganas
de no volver a casa. A mi, modestamente, también me dio este ataque,
concretamente en las islas Marquesas, que no son tan de postal como Bora Bora
pero tienen unos rincones de ensueño y están pobladas por
una gente encantadora que no se ha rendido a las trampas del turismo de
masas.
Tengo ganas de
regresar a los Mares del Sur, lo reconozco; tengo ganas de volver a ver aquellos
paisajes idílicos y de volver a reírme con sus gentes. Con Tania, por
ejemplo, un torbellino que se desvivía para que los visitantes se encontraron a gusto
en su encantadora pensión Kanahau, en Atuona. Gracias por todo, Tania, y recuerdos a Hiva Oa.
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