lunes, 18 de febrero de 2013

El maravilloso bazar de Damasco


¿Acaso puede no sentirse nostalgia de Damasco? Y más ahora, cuando el horror de la guerra la amenaza. Rescato de la memoria, en estos duros momentos para Siria, los colores y olores de su maravilloso bazar, las tiendas abarrotadas de género, las demasiadas especias, la lencería osada junto a las sórdidas túnicas negras, las almendras verdes, los pistachos de Aleppo, el zumo de la granada, las toallas del hamam, los agujeros de bala del techo por los que se filtraban conos de luz sesgada, las cabezas de yeso de los maniquíes, de mirada congelada, ataviadas con cientos de pañuelos y velos.
Dicen que Damasco es la ciudad habitada más antigua del mundo, y dicen incluso que Caín mató a Abel no muy lejos de aquí, y que el Jardín del Edén se encontraba aquí al lado. En la mezquita de los Omeyas está enterrada la cabeza de San Juan y no muy lejos se encuentra la tumba de Saladino. Alejandro y Adriano pasaron por esta ciudad, los croatas la saquearon y en ella reinaron los califas Nuredín, Solimán y Walid. Lawrence de Arabia también pasó por aquí, pero recuerdo sobre todo, de cuando estuve allí, el impacto que me podujo ver los restos del templo de Júpiter, contiguo a la Gran Mezquita.
Damasco evoca pasados distintos y vibrantes. Toda la ciudad rezuma Historia con una buena colección de grandes personajes, pero también recuerdo las sonrisas y la vitalidad de sus habitantes, que exhibían una contagiosa alegría de vivir ahora truncada, por desgracia, por un horrible rastro de guerra y muerte.

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