Nagorno Karabakh es un pequeño país, o no país, del Cáucaso, de tan sólo 4.400 kilómetros cuadrados, con montañas, muchas montañas, muchísimas montañas. En 1994 proclamaron la independencia y ahora viven allí unos 140.000 habitantes. No es mucho. Por eso el Gobierno ofrece incentivos a las parejas que tengan hijos, y por eso en 2008 un millonario de la diáspora pagó un festejo por todo lo alto en el que setecientas parejas se casaron el mismo día. Y después: ¡hala, a reproducirse!. En eso están, supongo, mientras los viajeros que nos dejamos caer por allí vamos a visitar monasterios y una escultura enorme, en las afueras de la capital, Stepanakert, que proclama "Somos nuestras montañas".
Las montañas lo son todo, o casi todo, en Nagorno Karabakh, pero la gente se concentra en las ciudades, en Stepanakert. Allí es donde suele haber más vida, tanto en los cafés populares como en los clubs de ajedrez, donde siempre hay hombres muy muy concentrados que ni se dan cuenta que les sacas una foto.
Y es que, tanto en Armenia como en Nagorno Karabakh, el ajedrez es deporte nacional. Son pocos, pero tienen campeones mundiales como Tigran Petrossian. Para reforzar la práctica, en 2011 el Ministerio de Educación dispuso que el ajedrez fuera asignatura obligatoria en las escuelas a partir de los 6 años. Y en eso andan, entre la reproducción y el ajedrez. Todo sea por Nagorno Karabakh.
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