A Zorats Karer (Piedras de los Días), también llamado
Karahunj (Observatorio), se le conoce como el Stonehenge armenio, aunque es mucho más antiguo que el británico. Se encuentra
en las montañas, cerca de Sisian, y cuenta con unos 220 menhires,
algunos de casi 3 metros de alto y 10 toneladas de peso. Dicen que data de
8.000 años atrás y que el monumento circular que hay en el centro tenía fines
astronómicos. Sea lo que sea, es un lugar lleno de misterio, como puesto a
propósito para Iker Jiménez y sus colegas.
No muy lejos, cerca de la ciudad de Yeghegnadzor, al
final de un angosto cañón, se encuentra el monasterio de Noravank, mucho más
reciente, del siglo XIII. Me gusta la escalera exterior de la iglesia dedicada
a la Santa Madre
de Dios, así como las cruces labradas en la piedra y las tumbas nobles que
tapizan la entrada.
El monasterio estaba muy deteriorado, pero un armenio
de la diáspora, el canadiense Dikran Hadjetian, lo restauró en 1998. Por cierto,
hay tantas grandes obras sufragadas en Armenia gracias a la diáspora, que llego
a sospechar que este pequeño país casi ni existiría si no fuera por los que,
siendo armenios, viven lejos de la Tierra
Madre y combaten la nostalgia a base de generosas donaciones.
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