La llegada a
Tatev, un maravilloso monasterio del siglo IX situado en lo alto de un
acantilado de basalto, no muy lejos de la población armenia de Goris, no pudo
ser más inquietante. Había tanta niebla en el valle que surgió la duda de si
funcionaría el teleférico bautizado con el poético nombre de Wings of Tatev. Al
final se puso en marcha y avanzó rasgando los jirones de niebla para mostrar
retales de un bello paisaje de montaña rasgado por el cañón del río Vorotan.
Verde sobre verde y nubes que esporádicamente velaban el paisaje, hasta que de
repente surgió el campanario del monasterio dominando la montaña y la historia.
No había nadie
en el interior del recinto amurallado. Sólo silencio y muros historiados que
hablan de cuando, en la Edad Media,
Tatev era una prestigiosa Universidad que albergaba a más de 500 monjes. Ahora
sólo quedan un par de monjes en el monasterio, un par de monjes que localizamos
por sus bellos cánticos en el interior de una capilla repleta de humo de
incienso y de mística. Fue emocionante escucharles en aquel ámbito apartado del
mundo, como si levitaran sobre los bosques de Armenia
De las muchas
dependencias de Tatev me quedo con una misteriosa columna pendular que tenía la
virtud de avisar cuando venía un terremoto o cuando se acercaban los invasores.
Mide ocho metros de alto y está coronada por una cruz de piedra. Cuando la
desplazas a un lado, recupera de inmediato su posición. Misterios de Tatev,
misterios de la Armenia profunda.
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