En África los
animales viven en otra dimensión. Cuando te cruzas con una manada de elefantes
en Masai Mara te das cuenta de que los animales europeos no tienen nada que ver
con los africanos. Pesan al nacer unos 120 kilos (no está mal para empezar), en
la edad adulta comen hasta 200 kilos por día y pueden llegar a pesar 10.000
kilos. Es, en resumen, un mamífero de peso… Y, sin embargo, cuando me cruzo con
ellos en África lo que me inspiran es ternura. Ya sé que hay elefantes agresivos
que han volcado 4x4 y matado a personas, pero su andar cansino y su manera
pausada de comer la hierba hacen que me parezca un animal entrañable.
Por supuesto que
las cosas se ven de otro modo cuando estás en un 4x4, con el motor en marcha y
preparado para largarte al menor síntoma de peligro. En Amboseli, otro parque
de Kenya, y en Chobe (Botswana) llegué ver manadas de 200 elefantes, con lo que
la sensación de estar en otra dimensión aumentó unos cuantos grados. También me
inspiran ternura las jirafas, o las demasiadas cebras que los turistas
fotografían sin cesar.
¿Cómo es posible
que una jirafa pueda medir casi 6 metros de altura y pesar 750 kilos? No parece
sostenible, para utilizar un palabro de moda. Pero allí están, caminando tranquilamente junto al 4x4 o agachándose para
comer las ramas altas de las acacias. ¿Y las cebras? Bueno, en este caso el
tamaño no es lo que importa, si no el número. Van siempre en grandes manadas,
igual que los ñus, como si las regalaran en un Todo a Cien, con su vestido de
rayas y el temor a flor de piel, prestas a largarse corriendo al más mínimo
ruido. No, tampoco creo que ni las jirafas ni las manadas de cebras sean sostenibles, pero ahí
están. África da para esto y mucho más. Otra dimensión.
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