Me gusta el
swahili. Es un idioma sencillo en el que cada día que pasa aprendes una palabra nueva.
Las más fáciles son “simba” (león), “tembo” (elefante), “safari” (viaje), “hatari”
(peligro) y “hakuna matata” (No
problem). Hoy, en la pista que va de Masai Mara a Isebania, en la frontera con
Tanzania, he aprendido que moto es “piki
piki”. Nos hemos encontrada muchas en el camino, y la mayoría cargadas
hasta más allá de lo imaginable.
Aparte de las
motos, en las pistas africanas, de un color rojo que hace que semejen una gran
cicatriz, encuentras muchísima gente que camina con fardos de equilibrio
precario en la cabeza. Y sorprende de vez en cuando la aparición de una casa de
madera mal construida que ostenta el nombre de hotel. No se cortan a la hora de
bautizarlos: he visto un Hilton, un Sheraton, un Intercontinental, un Best Zone…
Antes se podía
cruzar de Masai Mara al Serengeti por las pistas de la sabana, pero ahora hay
que dar una gran vuelta para cruzar la frontera por Isebania, casi a la altura
del lago Victoria. Es un trayecto largo e incómodo: tres horas de tumbos hasta
que, cerca de la frontera, reaparece el asfalto. El cruce a Tanzania es sencillo y rápido, siempre que aflojes los 50 dólares del visado. Quedan todavía un par de horas
hasta llegar a Musomba, a orillas del Victoria. Por cierto, en Musomba aprendí
otra divertida palabra swahili: las rotondas de carretera se llaman “kipilefti”, por aquello de “keep to the left”. Gran idioma el swahili.
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