Hay un pequeño
faro pintado de blanco y rojo que ejerce desde hace años de estrella del canal
del Beagle. Los barcos turísticos se acercan hasta él desde Ushuaia y
contornean la pequeña isla rocosa en la que se levanta mientras los turistas lo
ametrallan con sus cámaras. Es un faro famoso y fotogénico que hay quien
vincula al faro del fin del mundo de la novela de Jules Verne. Por el camino
pueden verse cormoranes, focas y miles de aves que revolotean con rumbo
indefinido.
De hecho, el
faro del fin del mundo debería de ser el del cabo de Hornos, ante el cual se
juntan los océanos Pacífico y Atlántico en una clamorosa desarmonía que origina
altas olas y un mar revuelto. Pero este faro queda demasiado lejos. Así, pues,
los turistas le hacen la foto al faro de la isla des Éclaireurs y vuelven a
casa pregonando que es nada menos que el faro del fin del mundo.
Navegamos de
noche por el canal del Beagle, entre altas montañas. Las aguas todavía están
tranquilas y las nubes y el sol dan lugar a espectaculares juegos de luz. En la
orilla sur se ve Puerto Williams, la población chilena que le disputa a Ushuaia
el honor de ser “ciudad del fin del mundo”. Poco después el canal se abre a las
aguas del Drake, un paso marítimo abierto y mítico, marcado por
numerosos naufragios.Destino: la Antártida.
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