sábado, 4 de abril de 2015

Desde una isla llamada Decepción



Los nombres de los accidentes geográficos de la Antártida remiten a exploradores famosos, a curiosidades científicas o, en algunos casos, a estados de ánimo. En este último grupo se inscribe la isla Decepción, en el archipiélago de las Shetland del Sur. Es un lugar fascinante. Una brecha en esta isla volcánica permite al Fram entrar en la caldera, lentamente, ya que un barco hundido dificulta la maniobra. Una vez dentro aparece, entre la nieve, un mundo envuelto en misterio.
Nieva en la isla Decepción. Desembarcamos en una playa de arena negra y empezamos a subir hasta lo alto de un cráter. La nieve me ciega por momentos. Camino lentamente, la mirada fija en los pies del compañero que va delante. El frío duele. Pienso en el mérito de exploradores, como Scott o Amundsen, que tenían que avanzar en condiciones mucho más extremas y peor equipados. La épica asoma en isla Decepción. 
En los años sesenta, unas erupciones volcánicas forzaron a los balleneros que vivían en la isla a abandonarla. Quedan algunas casas maltrechas y unos grandes depósitos oxidados que contrastan con la soledad omnipresente. Un par de focas se solazan en la playa, ajenas al desembarco de turistas. Cuando nos marchemos, volverá a reinar una densa soledad cargada de recuerdos épicos.

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