Los nombres de los
accidentes geográficos de la
Antártida remiten a exploradores famosos, a curiosidades
científicas o, en algunos casos, a estados de ánimo. En este último grupo se
inscribe la isla Decepción, en el archipiélago de las Shetland del Sur. Es un
lugar fascinante. Una brecha en esta isla volcánica permite al Fram entrar en la caldera, lentamente,
ya que un barco hundido dificulta la maniobra. Una vez dentro aparece, entre la
nieve, un mundo envuelto en misterio.
Nieva en la isla
Decepción. Desembarcamos en una playa de arena negra y empezamos a subir hasta
lo alto de un cráter. La nieve me ciega por momentos. Camino lentamente, la
mirada fija en los pies del compañero que va delante. El frío duele. Pienso en el
mérito de exploradores, como Scott o Amundsen, que tenían que avanzar en
condiciones mucho más extremas y peor equipados. La épica asoma en isla
Decepción.
En los años
sesenta, unas erupciones volcánicas forzaron a los balleneros que vivían en la
isla a abandonarla. Quedan algunas casas maltrechas y unos grandes depósitos
oxidados que contrastan con la soledad omnipresente. Un par de focas se solazan
en la playa, ajenas al desembarco de turistas. Cuando nos marchemos, volverá a
reinar una densa soledad cargada de recuerdos épicos.
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