jueves, 11 de julio de 2013

"Amor y fe" en la prisión


Las casas de los funcionarios de Veenhuizen, que se levantan entre los campos verdes y la prisión rigurosamente vigilada, son de dos o tres plantas, según el nivel de vida del funcionario, y ostentan en la fachada unas palabras que son proclamas morales. Ahí van algunos ejemplos: “Amor y Fe”, “El trabajo es vida”, “Rezar y trabajar”, “Pasión por la vida”, “Humanidad”.
Estas moralinas son, en el fondo, una herencia del espíritu filantrópico que llevó a mediados del XIX a la fundación de Veenhuizen. Con el paso de los años, aquel espíritu ha quedado olvidado y Veenhuizen es lo que es: un pueblo prisión en el que hasta 1984 estaba prohibido entrar si no tenías alguna relación con la cárcel. Quedan, sin embargo, esos carteles que hablan de redención y de reengancharse a la vida.

En Holanda hay actualmente 16.000, de los que un 8% son mujeres. En Veenhuizen hay unos setecientos, algunos de los cuales abandonan de día su reclusión para limpiar los jardines del pueblo. Ayer, por cierto, había una brigada en casa. Buena gente, a juzgar por sus sonrisas, pero cuando sacaron una sierra mecánica de las de Matanza de Texas para podar algunas ramas no pude evitar sentir un escalofrío.

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