Mongolia es,
junto con Bután, el único país independiente donde la religión mayoritaria es el
budismo tibetano. Fue en el siglo XVI cuando el budismo llegó desde el Tíbet, y
se ha mantenido hasta hoy, con el paréntesis de la época comunista, en el que
la religión estaba prohibida. Ahora, sin embargo, los monasterios experimentan
un auge, como puede comprobarse en el de Gandan, en Ulan Bator. Cuenta con
un Buda de 26,5 metros de alto, pero les parece poco y van a construir uno de
52. Otro monasterio importante es el de Erdene Zuu, situado en el interior de un recinto amurallado de
Kharkhorin, junto a las ruinas de la antigua capital. Contaba con más de mil
monjes en el siglo XIX, pero ahora sólo hay cuarenta. De todos modos, sigue
impresionando por sus numerosos budas, máscaras y frescos; y por las murallas
coronadas de estupas.
Otro monasterio
que merece la pena visitar es el de Tuvkhun, uno de los más antiguos de
Mongolia. Lo construyó en 1653, en lo alto de una montaña de 2.700 metros de altura,
Zanabazar, el primer líder espiritual del país. Llegar hasta allí requiere esfuerzo, pero las vistas que se disfrutan desde allí, así
como el ambiente de meditación y las rocas que infunden energía, compensan
de sobras.
Un monasterio
más pequeño, situado en un lugar encantador, es el de Uvgun, en los montes
Khugnu Khaan. Una de las monjas que vive en él, cuyo nombre traducido significa
Flor de Oro, estudió marxismo leninismo y fue bibliotecaria de la Escuela del Ejército. En 1992, sin embargo, aparcó su pasado para dedicarse con su madre a la
restauración de este monasterio en el que su bisabuelo fue lama. “Mi vida ha
cambiado mucho”, murmura. “Me gusta mucho más lo que hago ahora”. Escuchándola, se diría
que los últimos años de la historia de Mongolia se resumen en ella.
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