El fin del
viaje siempre se acelera. Estás en la gloria en el Ngorongoro, admirando uno de
los paisajes más bellos del mundo, y de repente te ves inmerso en el torbellino
del largo regreso a casa. Por si lo habías olvidado, los viajes no duran
eternamente. A las 7 de la mañana iniciamos el largo descenso hacia Arusha,
pero en el pueblo de Karatu tenemos que parar: la amortiguación se queja. En una gasolinera muy africana un mecánico local
hace una chapuza recubriendo las ballestas con cartones.
Un alemán que
pasa por allí nos advierte: “Si vais en este coche, no subáis. Soy mecánico y lo
que os han hecho no puede durar. Creedme, coged el autobús hasta Arusha. Es más
seguro”. Tiene razón: es una chapuza, pero confiados en que falta poco,
seguimos. Poco después llegan los primeros baobabs del viaje y el lago Manyara.
Maravillas africanas. A las 11.30 llegamos a
Arusha. Unas horas de descanso y a las 14 salimos en el shuttle hacia Nairobi. Dos horas hasta la frontera, donde todo está en obras. Cruzamos a pie: trámites
caóticos y una lentitud exasperante. Una hora después volvemos a la carretera.
Desde la frontera, tardamos tres horas y media en
llegar a Nairobi. Allí, por suerte, nos espera Ricardo Reta, uno de los dueños
de la agencia Ratpanat. Vamos a cenar con él, hablamos de este fascinante
continente que es África, dormimos un par de horas y al aeropuerto. Total, que
llegó a casa cuarenta horas después de haber salido del Ngorongoro, casi sin
descanso y con un lío de imágenes en la retina. El viaje ha valido la pena, por
supuesto, pero ahora toca descansar para dejar que sedimente, para así poder guardar en la
memoria los grandes momentos del viaje africano, que afortunadamente son
muchos.
Feliz año nuevo!
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