No es fácil llegar hasta la
comunidad Candí Yala, una de las más aisladas de los indios kuna. De las 49 comunidades
kuna que hay en Panamá, ésta es una de las 9 que se encuentra en la costa, pero
es imposible llegar hasta ella en vehículo. La elección es sencilla: o caminar
dos horas y media por la selva, o remontar el río. Yo elegí la segunda, pero no
tardaron en surgir los problemas: el río bajaba con poco agua y en algunos
tramos había que bajar para empujar o para tirar de una cuerda.
A pesar de todos los problemas, conseguimos llegar allí tras dos horas y media de zozobras. Una vez desembarcados, sólo faltaba una caminata de un cuarto de hora por la
selva. Y ahí estaba Candí Yala: unas cuantas chozas en un claro de la selva, una escuela “de concreto” de
la que están muy orgullosos, kunas que nos observan extrañados y niños que
juegan en el patio más extenso del mundo.
El sayla, jefe de la comunidad, no recibió con toda la ceremonia en la casa grande de la comunidad, tal como manda el protocolo, y nos contó curiosidades de la tradición
kuna. Me gustó que se vistiera con corbata y chanclas, y que no se disfrazara de indio.
Para darnos la bienvenida, los niños del poblado nos obsequiaron con unas danzas tradicionales y las mujeres nos mostraron sus coloridos vestidos y sus adornos de oro.
El almuerzo en la escuela fue el broche final a una jornada perfecta con los kuna de la comunidad de Candí Yala. Quedaba el regreso, claro, pero siempre es bueno comprobar que el descenso por un río es mucho más placentero que remontarlo.
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