Si hay un lugar que
respira historia en Panamá, éste es sin duda Portobelo. Aunque ahora se muestre como una apacible bahía, con unas pocas casas al pie del monte y a orillas del mar,
las ruinas de varias fortalezas delatan la importancia estratégica que tuvo en
el pasado... y los numerosos saqueos que sufrió.
Colón desembarcó aquí en su cuarto viaje a las Américas, en 1502, y entre
los siglos XVI y XVIII Portobelo se convirtió en un importante enclave comercial. El oro
procedente de Perú llegaba a las costas de Panamá por el Pacífico, y una vez allí se
cargaba en mulas para trasladarlo, por el llamado camino de las Cruces y por el río Chagres,
al otro lado del istmo, hasta Portobelo, a un centenar de kilómetros que hoy pueden
salvarse sin problemas gracias al canal de Panamá, o gracias a un tren
centenario. Una vez en Portobelo, se embarcaba en galeras que lo transportaban
a España.
Tanto oro acabó por despertar la codicia de los
piratas británicos. Francis Drake murió de malaria en Portobelo cuando
intentaba saquear la ciudad, en 1592, y hoy lo recuerda la isla del Drague, frente a la bahía.
William Parker la sorprendió en 1608, pero el más famoso de los ataques es el de
Henry Morgan, que la saqueó en 1688
a lo largo de catorce días. Cuando en 1739 el
almirante Edward Vernon capturó Portobelo, la hazaña se celebró por todo lo alto en
Inglaterra, hasta el extremo que este episodio daría nombre a una de las calles más célebres de
Londres, Portobelo Road.
Hoy, sin embargo, perdida desde hace años su importancia
comercial y estratégica, Portobelo aparece como una bahía tranquila, aunque cargada de historia, eso
sí, con edificio históricos como el de la
Aduana, la iglesia de San Felipe, las ruinas de las
fortalezas y decenas de cañones oxidados que apuntan hacia la boca de una bahía
por la que ya sólo navegan veleros en son de paz.
Una vegetación exuberante envuelve hoy a Portobelo, como si quisiera
protegerla de la tentación del saqueo. Al otro lado de la bahía, en medio del
bosque, un hotel llamado precisamente El Otro Lado, al que sólo puede llegarse
por mar, ofrece un reposo de lujo para los viajeros que llegan aquí con la
memoria repleta de episodios violentos larvados en el horror de los
interminables saqueos.
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