El viento, a menudo, se lleva todo el protagonismo en Menorca, sobre
todo cuando sopla la tramontana. Al caer el día, sin embargo, la puesta
de sol le roba el momento estelar. Del lado de Ciutadella, muchos son
los turistas que acuden a la Punta Nati para contemplar como los últimos
rayos del sol van tiñiendo los muros de piedra seca con tonos de
miel o de ron.
El
faro que se levanta en el extremo de la punta, marcando el inicio de la
castigada costa norte, se erigió en 1912, justo dos años después de que
en el naufragio del General Chanzy fallecieran 156 personas. Hubo un
solo superviviente en medio de este paisaje mineral, pedregoso, que
parece enlazar con otros mundos.
El viento es el culpable de que
no crezca nada en esta parte de la isla. El viento y unas piedras que no
parecen tener límite, por mucho que, pacientemente, las hayan ido
transformando en muros, cabañas o navetas los pobladores de esta isla
maravillosa.
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